Habib y Gamal

Se sentó en la mesa de la cocina. Cogió la libreta que guardaba en el cajón de los imposibles, (así llamado porque era imposible encontrar nada),  y puso cara de soñador. 
¡Si yo supiera contar la historia...!
Y empezó cuando el sol se ocultó tras las montañas.


Érase una vez una pareja de ancianos que tenía dos hijos. El más pequeño de ellos, que era un poco díscolo, para no tener que cortar leña se subió al tejado. Estando allí llegó la noche con sus sombras y una luna redonda lo hechizó con su luz. 
-Llévame contigo- le suplico el pequeño. - Déjame conocerte. Quiero saber todos tus cráteres y montes. Todos tus valles y desiertos. Llévame y descúbreme  tu cara oculta.   
- ¿Acaso sabes tú lo que me pides? Apenas llegues suplicarás que te devuelva, el frío, la noche eterna, la soledad...¿Eres tú capaz de vivir eso?
- Pero te amo
- Te viene grande la palabra. Aprende primero lo que significa.

El hermano pequeño bajó con el amor propio herido, pues también era muy guapo y zalamero y nadie le había dicho antes que no. 

El hermano mayor fue reclutado y con todo el dolor de su madre partió para la guerra. 
Era fuerte y también  altanero pues su padre siempre lo puso por encima.  
Fueron pasando los años y su padre enfermó de tristeza al ver que no llegaba. El hermano pequeño quiso ir a buscarlo, pero su madre quedó ciega de tanto llorar. Gamal, que así se llamaba el pequeño, le prometió estar de vuelta antes del anochecer. Cogió su caballo y fue hasta el castillo del rey buscando noticias de Habib, el hijo más preciado. 
Estando allí se puso a jugar a los dados y unos ladrones le ganaron con trampas la montura. Los persiguió montando a pelo para rescatarla, pero en el bosque lo esperaban  los bandidos. Lo dejaron malherido, le quitaron su caballo y lo poco que llevaba encima.  
A la mañana siguiente un carretero lo encontró tirado en el camino. Le curó las heridas, lo llevó a su casa y lo alimentó hasta que pudo caminar. Allí oyó hablar del gran capitán Habib, que ganaba una tras otra todas las batallas.
-¿Podría decirle al gran  Habib que su padre está enfermo de pena porque no vuelve, que su madre está ciega de tanto llorar?
-¿Y quién es el mensajero?
- Su hermano Gamal, que no puede consolarlos porque siempre les hizo sufrir.

Volvió a la casa de sus padres donde encontró a la madre en su  lecho de muerte. Gamal lloró ´de dolor al verla así postrada y  no se separó de ella hasta su último aliento. Gamal lloró su ausencia y aunque se volvió amable y laborioso, su padre no levantaba la vista del suelo. 
-¿Dónde está Habib, mi hijo querido?
-Sirviendo al rey y a sus ejércitos. Anímese padre, que vendrá lleno de gloria. Póngase en pie, asómese a ver si viene.
Así un día y otro. Cada vez le hacía andar un poco más lejos de la puerta.

Llegaron soldados a caballo. Borrachos de victoria, orgullosos, pendencieros. Se les cruzó un anciano en el camino.
-¡Quítate viejo! ¡Deja paso al gran Habib que vuelve de la guerra!- Y dándole un empujón lo tiraron al suelo.
-¡Habib, yo soy tu padre!
- Mi padre es fuerte y orgulloso. No te conozco. ¡Quítate de mi camino!

Gamal lo recogió hecho un ovillo. Lo lavó, lo curó y le puso sus mejores ropas.
-Ahora iremos donde Habib. Él es tu preferido, así tal vez te reconozca.
-No iremos a ver a mi preferido porque estoy con él desde pequeño. Perdí a mi hijo mayor por consentirlo, por hacerle creer que era el que más merecía, aquel para el que todo era pequeño. Perdóname si me pudo la tristeza. 
En ese instante salió la luna llena. Puso una corona de luz sobre su padre y a él lo vistió de novio y lo nombró heredero de su tierra.


Su mujer se acercó despacio. le puso las manos sobre los hombros y su blanco vientre de luna  preñado  contra su espalda. Ven Gamal, es tarde, y quiero besarte en el tejado.

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