Un espacio infinito

Escribía para ella. Se había ido quedando sin luz en los ojos. Ella, que recorrió con su cámara los siete mares se estaba haciendo vieja.
Su mayor alegría era que llegara. Que le contara. Lo acribillaba a preguntas. Le pedía detalles de la luz, del color, de la posición relativa de los rorcuales. De la cantidad avistada. Del estado de la mar. De sus horas de camarote. De sus compañeros de viaje.
Llegó tarde. A la vuela de uno de sus viajes encontró la casa vacía. Un cartel en el portal rezaba: "Se vende". Fue a verla a la residencia pero estaba con la cabeza ida y muy enferma.

Muchos años después, una  tormenta en alta mar que duró varios días lo dejó agotado. Se quedó dormido y al despertar la vio. Le estaba esperándolo joven, alegre, con su cámara a cuestas.
-No me contaste los últimos viajes. ¡Te eché tanto de menos!
A él le brillaron los ojos.
-"¡Para qué contar, si ya no estabas!"
- Eso ya se acabó. Comienza otra aventura. ¡Vamos! ¡Un espacio infinito nos espera!
-Estamos muertos, ¿verdad?
-Yo diría que estamos más vivos que nunca. ¿Por dónde quieres empezar?
- Siempre tuve la ilusión de explorar Nueva Zelanda, por lo de ser las antípodas.
- Pues ese ya no es el lugar más lejano, pero es bien bonito.
- ¿La has visitado?
Y mientras lo decía aparecía ante sus ojos un bosque de eucaliptos inmensos.
-¿Cómo lo hemos hecho?
- Somos parte del todo
- No lo entiendo
- Es como si te miraras las uñas de los pies.
-¿Y si quisiera acercarme al sol?- sus ojos tardaron una fracción de segundo en acostumbrarse a la mayor intensidad de luz que nunca había soportado.
-¡Qué pasada! ¡Pero si no quema!
- Ahora no te quemas.
-¿También se puede viajar al interior del cuerpo?
- Pero no puedes intervenir en él. No obedece a las mismas leyes. Tú ya estás liberado de todo lo material. ¿Entiendes?
Se entristeció un poco acordándose de su padre enfermo. Luego pensó que pronto estaría ya libre. Que podría abrazarlo sin temor a hacerle daño y sonrió.
- Sí. Entiendo.- Después de un breve silencio hizo un gesto como de sacudirse un mal pensamiento y añadió:- Siempre he querido conocer la constelación de Casiopea. ¿Vienes?
-¡Vamos!

Llegó a Casiopea y se sintió muy solo. Su amiga aun no había aparecido y aulló de angustia en un basto desierto de hielo azul cuando el tiempo se detuvo. El eco le devolvió un sonido metálico cientos de veces repetido como una reverberación.  Momentos después, la luz de la estrella mayor alumbró su posición. Vio montañas danzando, sus sombras moradas, blanquiazuladas, grisáceas, bailando con los juegos de luz de nuevos soles en el horizonte. 
-Todo esto esto es para tí. Para que tus ojos lo vean.- Le dijo la voz de las montañas. 
Se sintió infinitamente pequeño y a la vez inmensamente grande. Olvidó sus miserias y empezó a redactar un cuaderno nuevo para su amiga con los detalles de ese amanecer.
- Para tí, mientras llegas.-





Comentarios

Entradas populares