Piensa el ladrón ...

Cada vez que algunos de sus subalternos caía enfermo pensaba que estaba débil. Si la enfermedad era del alma, que era débil de carácter, casi despreciable. Así que su Ilustrísima no comunicaba ninguno de sus males. Hacerlo hubiera sido llamarse débil a sí mismo 
Su Ilustrísima no quería ver la fragilidad ajena, mucho menos la propia. Así que cuando le corroía la envidia, la culpa era siempre de los otros que eran poco solidarios. Si el miedo, montaba en cólera contra los que no paraban de asustarle. Si la lujuria, de la depravación y provocación del sexo opuesto. Si la pereza, de la cantidad ingente de exigencias absurdas que le llegaban impuestas. Si la gula...la gula estaba bien vista, podía permitírsela. La ira no estaba mal vista para el sexo fuerte, por eso su Ilustrísima no tenía que preocuparse tanto por ella. De la avaricia, si la sentía, era para mantener su estatus, que para eso era Ilustrísima, no era un mal en su caso. Y el orgullo... el orgullo es invisible. Sólo con el tiempo ves lo que ha deformado tu visión del mundo, las soluciones que te impidió ver a su debido tiempo.


Su Ilustrísima no entiende por qué  algunos prefieren ser corrientes ¡Qué pena de su Ilustrísima!

Comentarios

Entradas populares