Sin la máscara

Trabaja toda la mañana. Cuando todos se van y se queda sola no está sola. Se hacen presentes algunos acontecimientos con sus personajes . A veces es una música la que los trae a la superficie.
Su cuerpo sigue caminando, o limpiando, o poniendo orden en la oficina, donde se le suelen acumular papeles por dar prioridad a los clientes. Mira sin ver. No. No es eso. Mira viendo el exterior como en sordina, lo que llega con intensidad absoluta viene de dentro.

Ayer le brotaron las lágrimas. Incontenibles. 
- No tienes lo que quieres y nunca lo tendrás. No puedes. ¿No ves que nunca lo has tenido?
Otros días es una versión de lo mismo:
-No tienes lo que quieres y nunca lo tendrás. No es tuyo. 
Realmente lo piensa: No es suyo. No le corresponde, no tiene el derecho de pedirlo, es intrusión, qué hará después con lo que obtenga, no quiere malusarlo, no quiere perderlo si le gusta... 

Otras veces es la sonrisa ancha, sin blanco aparente. Pero está. Se ha hecho presente tan consistente como un guiño, como una mano tendida. Un humor que acepta, que cree entender. Un roce allá. En los adentros. Que llega como una sorpresa, estoy aquí, te quiero. Así, así y todo, a pesar del bagaje, inevitable, como el calor y el fuego.

Ocurre. Ocurre a pesar de la censura. A pesar de su no debo. A pesar de su no ahora. A pesar de la confusión.

Se asoma a ver la luz como un borracho y apenas lo hace se vuelve oscuridad tambaleante. 
Estigma de Caín cree que asoma.
-Mejor. Mejor así.- Repite como un mantra.
No es suyo. No le corresponde, no tiene el derecho de pedirlo, es intrusión, qué hará después con lo que obtenga, no quiere malusarlo, no quiere perderlo si le gusta... 

A veces llega la sorpresa del amor. A pesar de tanto sinsentido, de no  merecer nada, de ser contradictoria, por la generosidad del otro. Entonces  crece dentro un calor suave, desaparecen los miedos, sale al mundo sin la máscara. 


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