Te espero

Hace una eternidad que no te encuentro. Casi tanto tiempo que me parece increíble que aun sigas conmigo. A lo mejor no es tanto pero me parece mucho, demasiado, es que te echo de menos. Estás ahí, escondida, y cuando menos me lo espero sacas una mano, o un dedo. Si estoy rápida, si te veo, consigo tirar de él y desenterrarlo. Todo lo que va detrás de esa extremidad que me saluda tímidamente es un misterio. A veces sale pataleando, otras dócil y tierna, o enredada o lúcida o escondiendo la cara. Alguna vez pícara y juguetona...¡quién puede saberlo si no tiras de ella!
A veces es algún amigo el que te saca. Te puede la curiosidad, te voy conociendo. En cuanto alguien tiene tu pelaje, te asomas por los ojos y ya no hay quien te pare. Son pocos los que lo consiguen así, en directo, ¿eh? ¿Aún tienes miedo? ¡Me da tanta alegría estar contigo...!
He conocido un estibador del puerto de Buenos Aires que quiere salir al mundo, pero necesito tu ayuda, que me cuentes cómo fue lo que vivió antes de llegar a viejo, cómo se formaron sus arrugas, lo que vieron sus ojos antes de que su iris se blanqueara de cataratas, los amigos que tuvo, sus amantes, sus guerras, sus conquistas...
Yo puedo darte  datos: el entorno geográfico, económico, social. Tal vez pueda recrear hasta el olor del puerto, pero tú, tú eres la que me tiene que contar su historia, despacito, en detalle, señalando aquí o allá para que lo vea todo. Para que pueda ser el notario de su vida. 

No es el único que me seduce. Esa jirafa a la que llamaste para que me paseara por la selva subterránea. Esa que estaba debajo del campo de balón mano del colegio, esa sí que me sedujo. ¡Cómo resistirse, si hasta convirtió su lomo en un sillón con brazos para que pudiera cabalgar más cómoda!

Ven pronto. Te estoy esperando.

Comentarios

Entradas populares