La boca

Se abrió por primera vez  con un berrido de protesta. 
-¿Por qué? ¿Por qué me alejas? ¿Por qué quieres romper lo que me une a la vida? ¿No ves que no sé vivir de otra manera?
Pero el médico estaba tan atareado atendiendo a su madre que no entendió nada de lo que dijo.  Si hubiera contestado, oreja habría oído: 
-No te conviene ni a tí ni a tu madre. Deja ya de quejarte.

La matrona sonrió al asearla.
-A ver si conservas tanta rebeldía para el que la merezca. Yaaa, yaaa, ea, ea, ea.- Y luego dirigiéndose a su madre;
-En cuanto te huela dale la teta, eso estimula la subida de leche. Pero si no se calla te doy un biberón, que tome diez centímetros como mucho, que se calme y te deje descansar un rato.- La peinó y la puso al lado de su madre.


Nariz olfateó y boca intentó asirse son desesperación de naufrago. El calor que le llegaba la había callado pero sentía avidez por mantenerse unida. Sus manos no sabían. Para eso tenía boca. Cuando con ella se agarraba dejaba de sentir el precipicio. Se asía con toda la fuerza de sus mandíbulas. algo cálido y turgente la llenaba. Un sabor entre dulce y salado el primer día.
- Es mío, esto también es mío, me reconoce, me viene como guante, me reconozco en él.- pensaba boca.
Cuando el cansancio, y con él el sueño, le vencían, despertaba fría, de nuevo en las puertas del abismo. Si un calor oloroso y parlanchín la envolvía, buscaba sin cesar. No siempre era lo mismo. A veces le llegaba algo más duro, del que no salía nada dulce. Luego supo que era la mano de algún amigo o de algún miembro de la familia. Sólo la madre le fue dando aquel sabor tan dulce que la dejaba rendida y satisfecha.
Boca mamoncilla, voraz y codiciosa, capaz de chupar todo para sacar el jugo de la vida. Primera y primordial en la supervivencia. ¿A dónde llegarás si nadie te lo impide?

Luego vinieron otros sabores y otras fuentes. Los dientes reivindicaron mayor autonomía y también supo que a veces hacerse mayor duele. Sus encías salivaron enloquecidas cada vez que un molar anunciaba su aparición, como queriendo facilitar la apertura de la carne La teta fue cediendo, dejó paso a otros sabores. También otras texturas hicieron su presencia. Así fue como boca supo de la existencia de todo un universo y de todo su poder. Podía calmarle, podía paladear pedazos de la vida, podía reír con ella, gemir, hablar, silbar, cantar, defenderse, acariciar, despreciar...en fin que se sintió reinona de la casa.

Otras bocas llegaron cerca de sus fronteras, cariñosas, protectoras, suaves, respetuosas. También las hubo alegres, húmedas, tímidas, cercanas o distantes. La presión que dejaban, su calor, su frecuencia, eran su carta de presentación. Así aprendió, de a pocos, las mil y una maneras de acercarse.

Un día, al despertar, sintió que algo faltaba. Sintió una terrible añoranza. Más tarde se sintió atraída a otra boca de forma irresistible. Al acercarse soñó con su sabor, con su olor, con su tacto. Se acercó como quien se acerca a un precipicio. Los ojos se miraron,  vieron su fondo repleto de deseo, se cerraron y dejaron a boca vía libre. 

Boca descubrió su fuerza exploratoria, su dejarse explorar, y vio que todo aquello era bueno. Manos, nariz y ojos se aliaron a ella para agarrase a la vida nuevamente. Como recién nacida cada día, como si el resto a su lado quedara del todo insuficiente. Consumidora del mundo a todas horas, de deseo de unión que da la vida. Se volvió la reina del amor. Eros emboquecido, de labios, lengua, dientes y saliva.

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