No es nuevo

La organización era cada vez más caótica.
- ¡Silencio, silencio!, A ver, las de género masculino a un lado, las de femenino al otro.
El grueso de los vocablos denominados sustantivos se dividió en dos mitades mas o menos idénticas.  Sólo las de género doble se quedaron sin saber a qué carta quedarse.: Mar, calor, color, sudor, duermevela, tizne...

- Y ahora todos los colectivos, que se hagan a un lado. 
-¿Con esto se resolverá de una vez para siempre la historia del lenguaje sexista?
- ¡Elemental!

Entonces todos los plurales masculinos dieron un paso al frente.

-¡Pero esto no puede ser! ¡Es que no os enteráis de nada! El colectivo de alumno/a es alumnado
-¡También alumnos! ¡Y padres! ¡Y hermanos, médicos, cirujanos, maestros, taxistas...! ¡Todos incluyen al colectivo de esos sustantivos en un entorno inmediato! ¿Por qué eliminar parte de su significado?
-Porque no aparecen con claridad los elementos de sexo femenino.
-¿Y no se podrían hacer colectivos los plurales femeninos?
- Hombre, para una vez que tienen todo su protagonismo las mujeres....
-¿Pero no estamos mezclando género gramatical con sexo? ¿Confundiendo la morfología con la semántica?
- Mira yo que sé, pero para no ningunear a las chicas hay que concretar cuando ellas están en escena.
-¡Genial! Y cuando los de sexo invertido reclamen lo propio ¿qué diremos: la caramelo,  para los homosexuales: lo caramelo, para los bi: el/la caramelo y así sucesivamente?
- ¡No adelantes acontecimientos! Para evitar malos entendidos diremos el niño y la niña; el doctor y la doctora; los peluqueros y las peluqueras...
 Y desde entonces en todos los documentos oficiales así consta. Poniendo el masculino siempre delante, ya se sabe que somos animales de costumbres. Cualquier día llegará un espabilado con ínfulas de ecuánime y dirá  que el 51 por ciento de las veces (por eso de que en la población mundial ganan por un poco las mujeres) tenemos que decir primero el femenino. Se creará un organismo que lo contabilice. Tendrá su edifico en la Isla de La Cartuja y ahí trabajarán las señoras y los señores amantes de la quisquilla. Elaborarán documentos  con normativa, orientaciones para el inicio de curso o alguna propuesta de ley. Los maestros, por ejemplo, invertirán la semana de organización del curso en actualizar documentos y acordarse de las familias de los que proclamaron la norma. No sé si tratarán al alumnado de forma más igualitaria, pero sí corregirán de forma mucho más tiquis-miquis porque habrá una rúbrica que determine si tratan por igual a mujeres y hombres mirando que ponga el ,.../la ... en todos y cada uno de los escritos del alumnado y evite los plurales masculinos como colectivos...
Y yo sé que el lenguaje influye en nuestra forma de pensar, también que la forma con la que  hablamos es el reflejo de cómo nos tratamos, lo que somos. Que nos exijan que tratemos a cada persona con la dignidad que se merece me parece fundamental, pero lo de la utilización del género gramatical como arma arrojadiza...ya no sé si poner ¡manda huevos! o ¡qué coñazo! porque las dos expresiones son claramente sexistas.

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