Animales de compañía

Vi al hombrecillo rojo del semáforo descender cuando estaba en verde.  ¡Hacía tanto calor! Iba con paso decidido, cruzando la avenida. Sabía que debía esperar a que la luz roja redonda se iluminara y con ella su compañero verde.
-¡Que ya no te espero más! ¿Es que no ves que no viene nadie? Ni un peatón, ni un coche, ni una maldita bicicleta. ¡Nada! ¡Natdie! ¡Venga! ¡Si ni siquiera nos van a echar de menos!
-¿Estás seguro?
-¿A quién se le ocurriría ponerte a tí andando? ¡Vaya un despropósito!
-¿Y los niños?
-¿Qué niños ni niños?  
-Las normas...
-¿No tendrían que ir con sus padres si no saben cruzar solos? ¡Estarán en la piscina! ¿Acaso has visto tú alguno en la última hora? 
-No, la verdad
-Aquí solo se oyen chicharras. ¡Que me voy!- dijo poniendo los brazos en jarras- ¡Decídete ya!

El hombrecito verde saltó con cara de preocupación y corrió un poco para no quedarse atrás.
-¿Y dónde iremos?
-¿Dónde va a ser? ¡Al agua!

Así que los dos acabaron de cruzar la avenida y enfilaron para la fuente de las Tendillas. Por el camino se encontraron un chucho.
-¡Eh, tú, que me haces cosquillas!
Por toda respuesta el hombrecillo verde recibió un lametón.
-¿No irás para las Tendillas, no? Nos han dicho que hay unos chorritos de agua muy refrescantes.
- ¡Ah! ¿Sí?
- Eso dicen los turistas
-¡Pues habrá que probar!
Y allá que se fueron los tres.
Dirás que eso es imposible, pero yo, que paso todas las tardes sobre la cabeza de Lagartijo, los ví llegar y hacerse unos selfies con el caballo de fondo, subidos al perro, con las cabezas juntas poniendo morritos... y dicen que desde que se volvieron animales de compañía del chucho no han vuelto a su paso de peatones nada más que de visita.

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