Y lo sabido, sabido.

Me daba mucha pena de mi cuento. Qué poco les duró la aventura. Deseo concedido. Podemos rescatar a las gallinas.


Al llegar al cielo se encontraron que volvían a estar en su granja con lo sabido, sabido.
Una segunda vida en la que se acaba la ingenuidad no debe estar tan mal, casi como el cielo, que era donde estaban ellas.

Volvieron a salir a campo abierto con ganas de conocer mundo. Cacareando de contento que hasta parecían pavos de lo que movían la cabeza.

Al llegar a la encrucijada la primera gallinita pensó en alto: 
-Si vamos por el camino de antes nos encontraremos al zorro.
-Pero si vamos por otro camino no sabemos lo que podrá pasar.
-¿Pero no estamos en el cielo? ¿Quién nos hará daño aquí?
-¡Y lo sabido, sabido! ¿Te parece poca ventaja?- contestaron a coro las otras dos.
- Por mucho que sea el cielo, los zorros tendrán que comer. ¡Menuda empanada tienes en lo alto!
-Yo creía que era una cresta...
- Mejor vamos por el de antes y a ver qué se nos ocurre.

Cuando llegaron al henar se quedó una haciendo guardia. Las otras dos hicieron el amor por si era su última oportunidad y luego se pusieron a roncar como dos benditas.
A eso de la media noche se acercó el zorro y la gallina empezó a toser, como si estuviera enferma.
-¡Aléjate desgraciado! Nos han echado del gallinero por tener una gripe muy contagiosa. ¿No oyes a mis hermanas que están casi ahogándose?
                                                               

-Yo diría que están roncando
- ¿Cuándo has oído que las aves ronquen?- 
El zorro se acercó un poco más.
-Prefiero morir de gripe pero  con la tripa llena.- Y dio un salto hacia el palo donde ella estaba vigilando. Con la conversación se despertaron las durmientes y se pusieron a toser intentando asustarle.
-¿No nos vas a conceder un último deseo, como a todos los moribundos?
- Y en qué consiste
- En que te esperes a que nazca el huevo. Así tendrás el aperitivo. Mientras, aléjate que no te infectemos. 
Al amanecer el gallo cantó por la costumbre. Y la gallina, apretó desesperada hasta que puso el huevo. Su amiga tenía preparada una piedra parecida. y cantó alborozada:
-¡Han sido dos, han sido dos!

Dejó el primero a mano, y la piedra en el mismo filo del brocal de un pozo que había al lado. 
- ¡Señor zorro, se acerca nuestro destino! Venga usted a por los huevos.

Tenía tanta hambre, que se acercó y se lo tomó de un sólo bocado. 
-El segundo está allí. He ido a beber agua y de pensar en nuestra muerte inminente, me ha dado un apretón, y ya ve usted, he puesto otro.

El zorro fue relamiéndose. ¡Pobre idiota! No sabía que las de Guinea sí que vuelan. A la de tres las tres se le acercaron y lo tiraron de un empujón dentro del pozo.

Dicen que se quedaron a vivir en el henar,  que hasta volvieron a la granja a por otro gallo y que criaron cientos de pollitos que lo llenaron todo.
Y ahora sí.  Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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