Se quieren llevar a Pezfantástico

Te has colado en mi duermevela.
-¡Mira! ¡Se quiere llevar a Pezfantástico!

Me vi en una calle gris, de zócalos gastados y adoquines sobresalientes. 
Salía del portal de la casa de vecinos donde vive Monstruo. Gordo, tremendo, con una de esas barrigas que les hace echarse hacia atrás para poder mantenerse en pie. Vestido de color marrón. con unos pantalones un poco viejos sujetos con tirantes y una camisa pardusca. Los muslos muy juntos y los pies separados, sin apenas cuello, la espalda una pared gigantesca.  En sus manos regordetas llevaba una pecera en la que era de noche y brillaba con su luz fluorescente Pezfantástico.


Iba relamiéndose.

- ¡Tengo que avisar a Monstruo! ¡Se lo quiere comer!- te dije
- No irá muy lejos. No creo que vaya a correr mucho.

Me asomé al portal y grité fuerte
-¡Monstruo, Monstruooooo!- Pero no salió nadie a la puerta. O mi voz se había ahogado con el sueño o no estaba en casa.
Volví a la calle y lo vi moviéndose con pasitos cortos. Empecé a seguirlo disimuladamente. Al doblar la esquina se metió  en un portal con ascensor de los de reja y contrapeso que amenazaba hundirse bajo semejante mole. Me colé en la escalera sin ser vista. De dos en dos llegué antes que él al rellano de su planta.
Abrió empujando con la espalda. Me había quedado detrás de la puerta y aun no se había percatado de mi presencia. El agua de la pecera estaba agitada por la parada un tanto brusca del ascensor. Pezfantástico debía estar asustado porque su luz era ahora intermitente. Lo dejó un momento en el suelo para buscar las llaves.
-Ahora o nunca- pensé. Y sin dudarlo cogí la pecera y me lancé escalera abajo.
El gordo enfureció y se vino tras de mí lanzando toda clase de improperios.¡Caramba con el gordo! ¡Ni que fuera un luchador de sumo! ¡Cómo se movía! Hasta las escaleras retumbaban y se hacían a un lado para que no ser espachurradas
Tapé con una de mis manos la boca de la pecera para no perder por accidente a Pezfantástico en la huida. Le hablé con todo el cariño que pude para que se le quitara la cara de susto. Justo cuando estaba a punto de pillarnos apareció Monstruo con el libro. Lo abrió en la calle y me dijo:
- ¡Salta!
No llevábamos burbujas de repuesto.
No hizo falta. En el fondo del mar nos recogió Gigante y nos devolvió a la orilla después de dejar a  Pezfantástico con su familia.

-¡Ha estado emocionante!
- Me alegro por Pez. Ahora está donde tiene que estar.
- Sí, pero le echaré de menos. ¡Es tan divertido jugar con él al escondite...!
-¿Dónde estará el gordo ahora?
Al  llegar a casa lo encontraron atascado en la acera, con una pierna dentro de lo que parecía la cubierta de un libro.

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