De pesca

Se fue de pesca. Sin permiso. Con ganas de estar con quien quería estar. 

Cogió la bicicleta, la cesta con los arreos, la caña de pescar, llamó a su amigo. 
-¿Te vienes?. Ahí, por debajo del zoológico, buscamos una sombra y a ver qué cogemos.
- He avisado a la Chamba.
- A tí te gusta, ¿eh?
- Y a tí también, y a Fernan, y  al Largo, y a Pepe...
- Al que no le gusta que nos guste es a su hermano.
- Porque su madre le dice que tiene que cuidarla. Me dice a mí la mía que tengo que cargar con la Pepi....
- Pero la Chamba es la Chamba, y además no es tu hermana. ¿Llevas lombrices?
- Cojo la piocha. ¿Diez minutos? 
- En diez minutos abajo.

Al pasar por casa de la Chamba se enteran de que no le dejan.
- ¿Por qué no te dejan?- quisieron saber
- Porque no está mi hermano- contestó encogiéndose de hombros con cara de fastidio. -¿Dónde os vais a poner? 
- Cerca del embarcadero- La cara de decepción bien visible.
-¡Que pesquéis mucho!- les dice con sonrisa en la boca y ojos de pena. La excusa es su hermano. Pero ella los ha oído a través de la pared de papel de fumar de su piso de protección oficial.
-¡Si va con los amigos de Paco!  
-¿Y para qué si el niño está fuera?
- Esos son unos pintas. Además ¡mira tú sus familias!, ¡si viven en casas de vecinos!
-Si vienen a por ella no le dejes ir y asunto resuelto. Vayamos a...

El padre de la Chamba no volvía hasta las tres del trabajo. Su madre se fue a cuidar a su abuela. La bici estaba en el balcón.
-Un rato sólo- pensó-.Voy a ver si han sacado algo, charlo diez minutos y me vuelvo. Así que valen para ser amigos de Paco pero no para ser mis amigos. Nadie ha dicho que no me pueda dar un paseo en bicicleta.

El corazón se le aceleró como siempre que les contradecía, pero no le hizo caso. Bajó la bici y en cuanto pudo darle a los pedales le invadió una sensación de libertad y de alegría. Enfiló a la plaza, cruzó el puente, siguió hasta el carril que rodeaba el botánico y al pasar el embarcadero empezó a buscarlos.  Había más  pescadores  por allí. Algunos sofisticados, con anclajes para las cañas, campanillas avisadoras, sillas plegables...
-¿Y los míos? ¿Dónde están los míos?- Cuando los vio se le puso la sonrisa y ya no la dejaron hasta que no se fue. 
-¡He venido a traeros suerte! ¡Corre, tira, que están picando!
Y sí que sacaron seis o siete boguillas mientras ella estuvo.  Se gustaban a rabiar. Y hasta el flaco los miraba con ojos divertidos. Cualquier observador hubiera visto lo que se querían los tres. ¡Qué pena que le durara tan poco el día de pesca!
Nadie supo jamás que estuvo allí. Ni siquiera su hermano.

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