Bajo las tejas

He vuelto a la casa de los encantos. La de los mil rincones. La de escaleras secretas escondidas entre los armarios. Las que suben remolineando al tejado. Las que bajan a la cueva de Alí Babá.
He vuelto con mis primos. Con los que jugaba hace más de 40 años.
Y hemos vuelto a jugar. Pero como de despedida, repartiendo lo que fue de mis abuelos.
La casa se viene abajo. No lo hará del todo porque habrá multa si se cae. Tiene valor histórico. Es de muchos propietarios y hay que buscarle salida.
Mi hermana hace una oferta medio en serio medio en broma. Durante un rato sueña con tenerla a tercias con otra de mis hermanas y otro primo. Luego despiertan y se ríen con deje de tristeza.
Cada rincón que recorro me lleva a mi infancia.
Me vuelco en el ordenador donde vamos registrando en una hoja de cálculo cada ítem que después sortearemos. Los veo divertidos rebuscando lo que tocó a cada uno pero hay algo de naufragio que me asalta  con cada cuadro descolgado.
Los aperitivos, la comida, los postres, tan ricos como siempre. Celebro el día compartido. La buena voluntad que ponemos todos. 
De noche, en el patio, contemplamos un momento las estrellas, tan brillantes aquí, tan poca contaminación lumínica produce el pueblo. 
He pasado la noche allí. Me he despertado temprano. He vuelto a recorrer la casa que vuelve a estar vacía pero llena de historias bajo las tejas.

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