Yo más que tú

Siempre había sido un friki de la informática. Empezó como empiezan todos los novatos. Comenzaban a tener eco las redes sociales y él se estaba lanzando a escribir. Un poco de todo, pero principalmente impresiones, emociones fugaces que había aprendido a detectar al vuelo.
Era camarero, su profesión le había dado agudeza para captar pequeños gestos en los clientes. De impaciencia, de agrado, de disgusto con su servicio. Se tomaba muy en serio lo de mejorar profesionalmente y no dejaba escapar ninguna ocasión para hacerlo.
Era bueno expresando emociones y empezó poco a poco, con las propias, que para eso las tenía tan mano.
Era tenaz, al cabo de un par de meses él mismo se sorprendió de su avance. Cada vez le venían más palabras. Aprovechaba todo, sus cambios de humor con el jefe, sus cambios de humor con los clientes, los subidones cuando la tenía cerca, su añoranza cuando la perdía de vista...
Empezó publicando en la red social de Google.
- Se entusiasma uno - le contaba a su compañero mientras servía tras la barra.- Ves que te leen. Si alguno te pone un comentario suele ser para animarte a seguir... ¡me estoy picando!
-¿Sólo escribes frases?
- Me gustaría escribir cosas más largas, pero voy poco a poco, de momento esto es de lo que soy capaz, lo que me gusta también. Más adelante, ¿quién sabe? lo mismo...
- ¿Nunca te has planteado escribir un libro?
- Jajaja, eso es para gente muy lista. No, en serio, es que lo interesante de publicar en internet es que, por increíble que parezca, hay gente que le gusta lo que digo.
- ¿Y por qué iba a ser increíble? Tienes tus cosas pero eres buena persona, te muestras tal cual eres, se te ve venir, no te creas que eso no se agradece.  Y  encima eres capaz de escribirlo sin tapujos...


Cuando llegaba a casa sacaba el cuadernito  en el que anotaba lo que le iba viniendo y encendía el ordenador. Le estimulaba  ver el número de los lectores del día. Algunos empezaron a ser más o menos asiduos en los comentarios. Empezó a tener un grupo de conocidos que se animaban y se comentaban mutuamente. Pasó así un tiempo hasta que llegó ella.

Se hablaban en un tono más o menos formal: Esta frase es genial. Me ha gustado el doble sentido que has usado...cosas así. 
Unos  meses después de leerse, ella empezó añadir otro tipo de cosas: Parece que no lo has explicado bien. Tienes un fallo de concordancia. Se te ha escapado una v en vez de una b...
No era a diario, pero si de forma insistente. 
Él le daba las gracias y le decía que lo escrito, escrito estaba, que a veces lo hacía a propósito, que...
Un día le sorprendió su respuesta:
¿Por qué te empeñas en hablar de mí? ¿Por qué escribes así ahora? Cuando te conocí no estabas tan suelto...
Él  volvía a decirle que él no le hablaba a ella, ni de ella, sino que eran impresiones que tenía a lo largo del día, y que en ellas podía coincidir cualquiera.
¡Cuidado con la ortografía chico! Si tuvieras más cuidado...¡Con lo que me inspiras!
Si hablaba de amor, de lo que sentía con su pareja, ella le cogía el texto, lo transformaba un poco, pero poco, lo agrandaba, a veces hasta lo mejoraba.
-¿Por qué haces eso?
- Como si no me conocieras
-Ni siquiera se te ha ocurrido preguntar que si me molesta, pero no hace falta que lo hagas, ya te lo digo yo, no me vuelvas a copiar los textos, no me gusta. ¡Me siento robado!
- No seas tan pretencioso. Todos nos inspiramos en otros autores. ¿Qué haces si no cuando copias las palabras que otros dicen sin escribirlas?

No era a diario. No era con todos los textos pero sus comentarios se iban volviendo caústicos lenta e insistentemente.  Él intentaba vencer con el humor, hartarla por goleada pero no sólo no consiguió frenarla sino que se fue volviendo cada vez más ácida. 
Otros asiduos a la cuenta de Sebastián, al leer los comentarios públicos que intentaban desprestigiarlo, le daban su apoyo por mensajería privada.
- ¿Por qué no la bloqueas?
-Porque vendrá a darme morcilla con un pseudónimo. ¡A ver si le da por otro cuando vea  que no le entro al trapo!
-Pero se está pasando. No se puede decir que haga ningún insulto serio, pero ¡no para!
-A veces parecéis un matrimonio: te odia pero no puede pasar sin tí
-Pues si de eso va la cosa...¡yo que  estaba pensando en casarme!
-Como se entere dirá que tú ya te habías prometido con ella, o cualquier disparate. Ten cuidado. Yo no la veo tan inocente.

Lo intentó con respeto, pidiéndole que no dejara comentarios públicos, sino que hablase con él de forma privada. Era como provocar una urticaria. Le devolvía sus textos corregidos y aumentados de manera que ya no se sabía cuál era el que inspiraba al otro. Se sentía utilizado y no sabía cómo evitarla sin dejar de escribir. Y eso era lo malo, porque a eso sí que no quería renunciar. Investigó la posibilidad de seguir su andadura en otra red, abandonar la de Google, buscar alguna donde los comentarios estuvieran más controlados y fueran más limitados. 

Cualquier texto amoroso, "entre tiempo y tiempo, tomábamos unos segundos para un beso", por ejemplo, era excusa para una réplica que daba a entender que era a ella a quien se refería.
- Y poco a poco desaparecieron. Devuélveme los besos que me robaste.

Todo intento de diálogo no hizo sino empeorar la situación. En esas estaba cuando su novia tuvo que hacer un viaje. En uno de sus textos escribió cuánto la echaba de menos. 
"tengo tanto llanto metido en mi cuerpo que aunque vuelvas seguiré aún llorando"
-Tú me abandonaste. Tú, mi marido fugitivo, nos abandonaste. ¿Cómo osas decir que me echas de menos? Tu hija aun no conoce a su padre y ¿tú me echas de menos? Por cierto, mayúscula al inicio del texto. 
- Has debido equivocarte al mandar lo que has mandado. Te ruego que te desdigas o lo elimines de la red.
- Te voy a mandar una foto para que la conozcas. Se llama Elena. Se parece a su padre. Se parece a tí.
- ¿De repente me he convertido en un personaje de novela? ¡Ni siquiera te conozco fuera de este entorno!
- Pero no puedes disimular, querido, eres tú. Reconocería tus textos hasta con los ojos cerrados. He pasado muchas horas corregiéndolos, retocándolos, añadiendo lo que dejaba la idea redonda... antes de que los publicaras con tu nombre. ¿No te acuerdas?
- Creo que te equivocas de persona. Me estás confundiendo con otro.
- Ese estilo nuestro es inconfundible, tú mismo lo decías. Pero un texto con dos autores no vende. ¿No era eso?

Una actividad inusual comenzó a mover la red. Por la trastienda recibió mensajes de otros autores y autoras que pensaron que la situación era insostenible. Hubo quien le insultó dándole a ella más credibilidad . Hubo quien le apoyó. Hubo quien le ayudó a encontrar una solución. 
-Vente a Twitter. Es fácil bloquear y sobretodo es difícil añadir a tus textos grandes cosas. Los caracteres son limitados y no dan para mucho. No están directamente a la vista. Podrás seguir escribiendo con algo más de control, y con un poco de suerte te dejará en paz.
- Pero ¿qué es lo que quiere? 
- Mira, prométele que nunca escribirás más y le presentamos a algún soltero  que esté necesitado de pareja. Yo creo que lo que quiere es un padre para su hija.
- No se la presentaría ni a mi peor enemigo.

Le mandó un mensaje privado rezando para que no lo publicara. Le dijo que aquello que ella hacía con él hubiera destrozado a cualquier muchacho que no hubiera llevado la vida que él había vivido, tantos años entre rejas. Le pidió que no le siguiera nunca más y que buscara por otro lugar al coautor de su desdichada vida y le deseó suerte en su empresa. 
No supo más de ella...afortunadamente.




Comentarios

  1. Una narrativa entretenida, y conocedora del ambiente de la red.

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    1. Basada en una historia real a la que me gustaría haber sacado más jugo. ¡Gracias!

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