Tres paredes

-Tres paredes formando una habitación. Una debe ser muro maestro porque no se puede tocar. Debe estar ahí siempre. 
-¿Cómo que tres? ¡Serán cuatro!
- Tal vez sea una habitación abierta. Eso aun no  lo sabemos. Tal vez tenga una pared acristalada. 
Por donde iba: Hay una que no es maestra y quiere que entre la luz y el aire. Puede que quiera otras cosas, eso tampoco lo sabemos. Lo mismo es hacer rabiar al muro maestro. El maestro siempre teme que la estructura se resienta. Se agobia, se enfurruña. Dice que ha oído al arquitecto, que no puede ser, que para qué...
La otra pared se troncha de risa. Llama a un albañil por su cuenta y le hace la ventana más horrorosa que hayas podido contemplar.
- ¿Lo ves?¿Y ahora a ver esto cómo lo arreglamos?
Viene gente, se sienta junto al alféizar. Está más fresco en verano allí. Acercan unas plantas, las riegan, se empieza a poner frondosa. Sigue siendo igual de fea, pero alguien añade un enchufe para una lámpara y un tocadiscos. 
Al muro maestro empieza a darle envidia porque, aunque la ventana es fea de narices, aquello se está animando contra todo pronóstico.  ¡Qué pena de muro maestro! 
La otra no sabe a qué carta quedarse, aunque está pensando en abrir un boquete, tan animada ve a la pared de enfrente. Al poco tiempo en su agujero anidan ratones y se siente feliz de alojar vida. 
El muro maestro sigue en su papel de predictor de catástrofes, pero ya nadie sabe si es por convicción o por tener algo de lo que hablar. Lo cierto es que todo ha cambiado. Con todo, los tres siguen en pie. No será tan grave el asunto.
-¿Arreglaron la ventana?
-No. Hubo quien empezó a verla bonita. 


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