Unos pies muy a mano

Era tan bajita que todo estaba cerca del suelo. 
-Anda, tú que estás ahí, ¿me lo pasas que se me ha caído? -Y ella, zas, a la velocidad del rayo.
- Oye, que ya que estás tan cerca...¿Me coges unas piedras que vamos a tirar a puntería?- Allá que iba ella con la falda echa un mandilillo cogiendo las más redonditas para que no se desviaran.
Se fue haciendo mayor y siguió recogiendo todo aquello que  estaba tan a mano para ella, y al parecer a la distancia infinita de una pierna normal que tan lejanas dejaba las manos de los otros del suelo.
- Por favor señora, ¿me puede atar los cordones? Es para que no se agache mi abuela. - Y ella, que  por las personas mayores sentía mucho respeto:
-Sí, sí, bonito. En un momento lo averiguamos.
De tanto ir buscando cosas que a los otros se le caían, un día se encontró unos pies. 
-¡Pero si no son ni feos!- Se los puso, y como estaban unidos a unas piernas muy largas ya no recoge nada más que la laca de uñas para pintárselas.

Comentarios

Entradas populares