A mí, sólo a mí

Los que corren a todo correr como si les fueran a quitar la carretera de debajo de las ruedas, los que se ajustan al límite de velocidad, los que se olvidan de que están de viaje y ralentizan la marcha porque les ha gustado el paisaje, porque quieren convencer al copiloto de que aquello es lo mejor, los que se envalentonan a ratos,  adelantan y en cuanto se les olvida los vuelves a pasar porque no tienen un ritmo fijo, una velocidad media estable sino ganas de alardear, los pesos pesados que parecen que te comen en las curvas, las motos veloces que ves aparecer como un punto oscuro en el retrovisor y desaparecen como un trueno, brrrrrrn. Los que se paran en la cuneta averiados...Así vamos por la autovía que nos contiene.

A veces aparece un loco. ¿Dónde irás alma de Dios? ¿Pero no ves que vas a provocar un accidente, que harás que nos salgamos del camino? ¿Dónde estarán las autoridades que controlan semejantes desvaríos?

Va ofreciendo lo que nadie da, en dirección contraria a la mayoría demandante, esa que está  ávida de recibir lo que se le debe, lo que se nos debe, por haber sido hijos queridos, hijos de nuestra patria, nuestra sólo, sedientos de miradas de deseo. Muérete por mí,  aliméntame, hínchame de orgullo,  deséame como a diva de revista,  hazlo siempre, sin rechistar, adivinando mi forma de buscarte. 
- ¿Dónde irás tan solo?
-¿Tan sólo? Escucha. Sólo un momento, escucha.

Y entonces me oí decir:
-A mí, mírame a mí, quiéreme a mí- Me tapé la boca con espanto y entonces comprobé que  no era solo mi voz la que se oía. Sino un coro de voces la que aullaba:
-No me dejes, soy yo a quien siempre has buscado. Quédate conmigo.

Pero el loco no detiene su vehículo, sólo canta el otro anhelo de los cuerdos. Palidecen de envidia. Gritan pidiendo fin a tal locura mientras se afanan por retenerlo controlado.
-¡Seducirá a nuestros hijos sin permiso! ¡Que no escape de mí, de mis dominios!
-¡No! ¡que se vaya!
-¡No!, ¡ya es mío!

Aparece el traductor de lo que dice. Y el que interpreta al traductor de lo que dice. Y el crítico que desgrana al intérprete y al traductor de lo que dice. Y el niño que se ríe de todos ellos desde su barril. Y el que le riñe por burlarse de hombres serios. Y el que censura al severo. Y el que pone música a sus palabras. Y el que las vende como si fueran propias sin apenas entenderlas...
Es que nunca han vivido esa locura de amar a lo que salga y seguir amando contra todo pronóstico, desaviniendo todas las reglas de la queja, que pregona el exceso de amor y no su falta. Y se mueren de amor que no ama, que no derrama amor, que sólo pide, por el loco que despierta sus deseos.

En cuanto a mí. ¿Qué deciros? Me asomo a ver si viene de mañana, de ángelus, de tarde, anochecido, cuando llega la noche, madrugadas...¡Qué sinvivir!
Cuando por fín recojo sus palabras, sé que no son para mí. ¿Y si lo fueran?, ¡y en esa ilusión obsesa vivo!

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