Empieza la revolución.

Me estoy revolucionando. La culpa es de mi alter ego, que no para de presumir y ¡oye!, ¡que me han dado ganas!
Me fui a las rebajas y encontré un abrigo por 20 euros. Blanco, de vestir. No me suelo arreglar, me da pereza, pero oye, que la pelandusca esta se me adelanta y no quiero que me haga sombra, como diría mi madre. A una de mis mejores amigas le mandé una foto.
-¡Tía, ni la Preisler!- fue su comentario,. Vaya un subidón. Me lo voy a tener que poner cada vez que hable con ella, porque se ha ido al norte, y allí no desentono. A ver si así me voy haciendo a la idea de mi elegancia y me atrevo a salir provocando miradas.

También tengo un amigo que es mi asesor de imagen. Es prudente pero a veces no se puede callar y me lo dice:
-Es que eres un desastre. Por mucho que sean de badana y estén calados, ¿cómo vas a llevar esos zapatos en pleno verano?. Por Dios, cómprate unas sandalias a ser posible arregladitas, que ese vestido es muy mono y con lo que llevas...como que no.
En mi defensa diré que siempre me ha gustado ir descalza, que soy más bien alta y que los tacones me han perecido siempre un invento diabólico. Prueba ponerte unos si eres hombre y entenderás lo que digo. La única vez que usé tacón de aguja fue en una boda y los tacones eran de mi hija de 16 años. Me entraron ganas de quitármelos cuando empezó el baile, pero me pisaba la falda y acabé cogiéndoles el punto. Prácticamente bailé de puntillas tres horas seguidas, pero era mucho más joven y le encontré gracia al reto. Al quitármelos en casa consideré que la gracia la tenían donde las avispas. Me duró el dolor de pies una semana.
Pero mira, que me lo dijo con tanto cariño que no me he podido resistir. Fui a Carrefour a por cloro para la piscina de mis padres. Pasé por delante de la sección de zapatos camino de las cajas y las ví. Me han costado 9.99 y no sé si voy a aguantarlas mucho rato. Me veo muy mona, tanto que se lo puse a mis compañeras por el whatsapp.
-Chicas, me estoy revolucionando, me he comprado unas sandalias de tacón- y esto fue lo que siguió:



 Me entreno cada vez que voy al súper, a ver si las domo (o domo mis pies, a saber). Si no lo consigo ya tengo nombrada heredera, ¿verdad Ire?


Comentarios

Entradas populares