Momios

 Estuvo visitando las momias del Museo Británico a la edad de 12 años. Momias tan buenas pacientes, tan quietas, que hasta las radiografías salían bien a la primera. Una revelaba un problema de caries tan severo que, la pobre, probablemente, murió de hambre. Ella pensó que de no haber sido de hambre tal vez hubiera muerto de aburrimiento, tan bien atadita y envuelta como  regalo sin abrir estaba.

Pasaron muchos años. Entonces volvió a visitar a sus parientes y descubrió a los momios.  "Los inmortales", apodo de aquella familia por la longevidad de sus miembros, eran ellos y ellas. Tan antiguos ( por no decir tan viejos) que el plural se usaba aún en masculino para englobar los dos sexos (que de noche todos los gatos son pardos y los momios no derrochan superfluidades de género gramatical).

Filosofía o economía  del lenguaje aparte, aquellos, sin lugar a dudas, eran momios. 

Jugaban al dominó con tal ahorro de movimientos y tal precisión, que apenas movían dos dedos para dejar la ficha sobre el tapete. Había que estar muy atento porque, momios como eran, se entendían con la mirada. Se les ponía el gesto impaciente si te retrasabas en tu turno y sólo emitían leves gruñidos de placer cuando ganaban o ponían leves gestos de fastidio al perder la partida.

Cada cual tenía sus rutinas a las cuales se ajustaban en función de sus preferencias.  A la hora del almuerzo, en cualquier época del año: agua de litines para la mayor, medio vasito de tinto para el pequeño, agua del surtidor para la abuela. La punta de la barra para la mayor, pan tostado en el horno para el pequeño, pan de leche para la abuela. De tomate tres trozos para la mayor, el plato lleno para el pequeño, el aceite del aliño para la abuela...Siempre a las catorce horas, ni un minuto más, ni un minuto menos. Los dedos larguísimos del menor tamborileando mientras acababa la abuela. El buen ánimo del estómago lleno y la amable compañía.

Uno dedicaba la mayor parte de sus horas a rezar y la vida contemplativa. Otro repartía su tiempo investigando el porqué de una guerra absurda,  escribiendo sus memorias o la carta diaria a su hermano. Cosas de no haber nacido en la era digital. La abuela pasaba sus horas contemplando a uno y a otro, esperando cualquier momento de descuido para meter cuña y poder hablar.

Duraron una eternidad, cosas derivadas del método sistemático e implacable.

Mucho tiempo después conoció otro momio. Éste pasaba su tiempo libre leyendo. Estuvo trabajando para él y sólo después de un mes supo que también escribía, tan milimétricos eran los movimientos de sus dedos al mover el ratón del ordenador o al teclear palabras. Resultó este momio ser autor de textos jugosos llenos de luz y movimiento. Aunque también los tenía oscuros y lúgubres como noches en el interior de la pirámide. De hecho fue el inventor del famosísimo tropo saltisaico o mosairín, ese que se caracteriza por concordancias alternas en las frases impares de manera que forman un mosaico literario. 

Ella, que era más bien anárquica, no salía de su asombro. Se proponía, bajo su benigna influencia, crearse las más diversas rutinas para mejorar su expresión oral, la escrita, unos glúteos firmes o caderas más elásticas. Pero en cuanto parecía que iba a conseguirlo le surgía la urgencia, pongamos por caso, de mejorar el merengue, y se ponía a bailar olvidando todo lo demás.

Los momios le sonreían y la daban por caso perdido. Aún así se tenían cariño. Ahí deben seguir, unos con su meticulosidad de venda bien puesta y ella siendo aprendiz de mucho y maestro de nada.


Comentarios

  1. Me ha encantado leer a tus Momios, sin duda a pesar de toda su larga vida no son tan aburridas de llevar años en el mundo de los humanos . Un abrazo y feliz noche.

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  2. Uno dedicaba la mayor parte de sus horas a escribir sus memorias y una carta diaria a su hermano. Cosas de no haber nacido en la era digital.

    ¿Y yo que sí que nací en dicha época, qué? ... ¡Me has retratao! jajajaja
    😉
    Besitos linda.

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    1. Eres tan genial con lo que escribes que no se como comentarte Empiezo por el final del principio Y luego te dejo un abrazo sin abrazarte

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    2. Jajaja, abrazo recibido al vuelo. Qué bien me ha sentado!! ;))

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  3. Qué divertido e irónico texto te ha salido. Y mira, de paso reivindicas el uso del término momio, que es lo mismo que momia. Lo curioso del uso que hacemos del lenguaje es que utilicemos también momio de modo metafórico, para designar a aquellos tipos muertos en vida: sin ilusiones, sin capacidad de reacción, sin objetivos, pasivos e inertes. Por ejemplo. Muy grato tu relato, y es que además las momias dan para reflexiones y consideraciones varias, ¿solo museográficas? No sé.

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  4. Una saga familiar peculiar...

    Lo que me ha dejado a cuadros es que Laura se identifique con ellos!

    Abrazos a las dos.

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