¿Qué viene ahora?

Me miran el trapecio y la barra de equilibrio. Andar sin apoyos. Hacer piruetas. Caer de pie como atleta de olimpiadas.
Y veo tu mirada amorosa que no quiero perder pero quiero soltar, ya tan adentro. Anclada sin necesidad de amarras. Lo lograste. Me has dado alas. Aunque aún estén un poco arrugadas. Aunque sean frágiles. 
Puede que ya haya dado el primer mortal. Me muero toda, hasta la punta del zapato, de pensar en el que viene. Tú.  Tu mundo paralelo. Ese que siempre me sorprende
Ya no me hablas cuando te asomas al mío. Pero sé, porque me lo has dicho, que te gusta verlo. Mi versión de la ocurrencia que casi nunca es mía, pero que hace volutas en mis entresijos como si fuera humo jugando con el aire.

Por cierto, hay una oreja que está en los entresijos de la puerta. Escuchando. Creyó oír murmullos que salían del interior. En el interior sigue. El murmullo, sin embargo, se ha escapado por la cerradura y en  esa oscuridad que hay entre las lamas de la puerta, la oreja se ha quedado perdida. Háblale. O juega con ella a las tinieblas de la noche.   A lo mejor así disfruta del momento, esa tensión que está entre el miedo y las ganas de ser capaz de superarlo.


¿Qué viene ahora además de las lágrimas?
Me miran el trapecio y la barra de equilibrio. ¿El gozo de sin red? 


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