Si sólo fuera jugando

El arte de la guerra, su parte más festiva, en un desfile de soldados que imitan a juguetes: giros secos, movimientos homogéneos, pasos forzados, uniformes impecables. Después jugar a ser soldados.

Érase  un batallón que iba a la guerra.
Iban con su uniforme de gala: un fez con borlón. Pantalones y camisa color garbanzo. Capa blanca con ribete añil. Concentrados en el ritmo de su marcha, desfilando al unísono, sin más en su cabeza que estar alineados, marcando el compás. 

-Yo tengo doce soldados
-Yo treinta y cuatro. 
-Pero los míos son de de caballería.Te ganan seguro. 
-Yo tengo  algunos para guerra de guerrillas. Ya veremos.
-A mí no me amenaces que saco los cañones.
- No sé si sabrás que te puedo asaltar el polvorín.

El campo de batalla, la alfombrilla de noche, donde no se mezcla el hedor a excremento, sangre, sudor  y pólvora. Ni donde el otro se convierte en enemigo tan solo porque le tocó estar en otro bando, en otra tribu. Sin conocerlo, por si acaso comulga con los jefes. Miserias humanas concentradas, los miedos, los vacíos, el no querer saber o saber poco, la fuerza de la pertenencia a la tribu, el abismo presentido ante el aislamiento,  la expulsión, la terrible vergüenza. 
No quise ser soldado, me da  miedo la guerra, contemplarla, saberme parte de eso. Ni siquiera para defenderme

-¡A merendar!
- ¿Nos echamos luego un partidillo?
- Me pido ser portero.









Comentarios

  1. ¿Y sí realmente todo ello, en su "realidad más profunda", no fuese más que un juego?... Macabro, eso sí!

    Abrazo.

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