Algunos lugares que me habitan

Hay un lugar en mi mente lleno de imágenes sin palabras, lleno de luz. Son páginas de mi infancia: habitaciones, tierra, montones de hojas secas, humo y risa. Candelas. Carreras en las que veo mis piernas con unos zapatos de cordones y calcetines bajados moviéndose a cámara lenta, un palo en la mano. El verde del musgo y el más amarillento de las ramas del limonero. La forma del helecho, el tronco del abedul, la flor de la mimosa y la glicina, el fruto del espino albar. Hubo quien me tocó con la mirada y se quedó para siempre en mi memoria. Las manos y gestos de mi padre arreglando mis muñecas, calmándome el dolor frecuente de barriga, paños de agua fría para bajarme la fiebre de manos de mi madre.

En otro escalón se oye el  ruido de los niños que fuimos jugando contentos por la calle. El agua que corría calle abajo,  la pisada en los charcos, el ruido de la lluvia, las canciones del viento. Y en verano correr y saltar a la piscina en una casa, en otra, en otra...

Resuenan las voces de juegos infantiles: contar en alto hasta 30 y recitar el ultimátum: ronda, ronda, quien no se haya escondido que se esconda, que ya voy; echar a suertes justicias y ladrones; las canciones de comba; la voz tenebrosa en las tinieblas de la noche;  la corneta de Pedro el panadero, el mulo de Ezequiel, timbres de bicicletas. La pelota lanzada a la pared, a la una la aceituna..., los pájaros, los perros, palomas,  una oveja.

Hay aún otro estrato de palabras. La voz y retahílas de la tata; "niños, a comer" con voz de lejanía de mi madre, algunas palabras del abuelo, de mi padre, de mis tíos, de adultos que entraban y salían. No todas fueron luz. No todas fueron piedra. Tal vez no guardé más porque dolían.

De mayor adquirí un jardín que tuvo magia:
Ese lugar en mi mente al que acudo cuando quiero encontrar paz. Cuando llego, el aire se vuelve templado y huele a agua, a pez y a bosque. No hay nadie más pero no me siento sola cuando llego. Así estaba cuando lo encontré. No necesité palabras. Me supe suficiente.

Comentarios

  1. Esos lugares nos habitaron a muchos... Otra época!

    Mis nietas de 7 y 14 años viven/vivrán las suyas. No mejores o menos mejores, las suyas!

    La descripción ha sido muy real y entrañable.

    Abrazos Loles.

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