No quites

Antes de que Hembra y Hombre nacieran, hubo otros partos, otras criaturas. Se encontraron la Nada al nacer.
Imagina un líquido amniótico que sostiene. Como un mar de quietud que te envuelve. Tu propia temperatura, tu propio olor, tu propio sabor. Fin del ritmo que te mecía en el seno materno, el latido del corazón de tu madre está ahora tan lejos que es como si se hubiera desvanecido. Fin de la melodía que llegaba a la caja de resonancia que era el útero materno: ni voz, ni líquidos sibilantes, ni estruendos de choques. Cero luz que estimule tu vista. 
No creo que haya mejor representación del Limbo, pero sin espera, sin esperanza. Vivir para qué. Ni siquiera llanto.
Imagina que en un segundo ensayo de Natura ese envoltorio es nutritivo. Vivir para crecer. Sólo y exclusivamente sensaciones internas. Como quien cría patatas, pero esas patatas se quejan. Algo más que patatas. Sin más relación que con el propio cuerpo. Imposible el contacto con otros. ¿Por qué? Porque no existen, nunca han entrado en nuestro campo de visión, no los hemos oído, ni tocado, ni olido, ni sospechado. Fin de la especie.
Tercer intento:
Imaginemos ahora una madre amorosa pero casi paralítica que vive en una habitación enorme blanca, de paredes lisas sin ventanas, donde la luz es constante...
Ok. Concedido. Con una ventana muy alta que sólo permite ver el cielo. El día y la noche. 
El padre los mantiene más o menos aseados, nutre a la madre, la madre al recién nacido, pero no emiten sonidos. 
Imposible el lenguaje. Casi todo desconocido. ¿Lloraría el bebé? ¿Se asustaría de su propia voz? ¿Tendría posibilidad de sobrevivir a su padre, a su madre?

Los primeros hijos de Hembra y Hombre nacieron en un mundo de color, de olor, de luz, de frío, de calor. Notaron la presión del cuerpo de sus padres al cogerlos, la tibieza de la leche en su boca, la presión de un vientre lleno, el placer de la evacuación, la música de las voces, del viento, de la lluvia, del arroyo, del mar. Se vieron reflejados en otras criaturas semejantes. Se buscaron reproduciendo los primeros contactos, el dominio del movimiento animal, el crecimiento de las plantas, su belleza, su generosidad. Fueron testigos de la Vida abriéndose paso a cada momento, se sintieron parte de ella, se quedaron para  siempre.
-¿Así, tan bonito?
-No. Así, tan complejo. Luego viene lo de que me gusta más lo tuyo que lo mío, porque lo veo. Lo de que quiero la Luna porque brilla. Lo de que quiero entender lo inteligible, suspirar lo suspirable, reír de lo risible, a ser posible de lo propio. También viene lo de que Natura, por si acaso, nos dotó con el impulso de acercarnos a cualquiera. Pero que no siempre calculó bien esa dosis, ni la comprensión del deseo del otro.
También está el lenguaje. Invento versátil donde los haya. Lo mismo inspira que hunde,  crea belleza o conocimiento que causa confusión o distorsiona... Y a pesar de todo no quites el color, la luz, la música, el calor, el olor, la dureza del suelo, la blandura del agua. No quites un abrazo amoroso. No quites la risa. No quites ese  "¿A que no eres capaz...?" que siempre reta. No quites los momentos de sombra, sin lo que apenas se notaría el brillo o el color los días de fiesta...El tejido plano y monocromo visto de cerca, tiene muchos matices, muchos relieves.

Comentarios

  1. La "complejidad" es, sin duda, la apariencia más notoria de este mundo.

    De tu amplio texto, profunda reflexión, hay una frase que, entre otras muchas escritas con precisión, creo que da la pauta de casi todo: "Pero que no siempre calculó bien esa dosis, …".

    Sí, también yo creo que la "dosis" es la clave de casi toda la confusión en esta vida.

    Como siempre palabras que dejan huella y denotan lo que tan bien pretendes ocultar... ¡Tú!

    Abrazos Loles.

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