Menudito sale de viaje.

Menudito quería volver a viajar. Últimamente se movía poco. Los hijos de la familia eran ya mayores. Nadie lo sacaba al parque, ni siquiera el perro lo llenaba de babas, y estando en la estantería de su casa, lo  que hacía cuando llegaba la noche, después de las doce, esa hora en que podía cobrar vida sin ser visto, era leer. Tantos libros había en aquella casa.
Los días se estaban haciendo más largos. Entraba olor a primavera por la ventana. Ocurrió el milagro.
Alguien había dejado un billete de avión allí a su lado.
- ¡A Italia!
Que los romanos estaban locos lo sabía. Había leído todas las aventuras de Astérix y Obélix.
Luego, cuando los cómics fueron sustituidos por libros más sesudos, supo  la dimensión del Imperio, los nombres de algunos césares, de legiones y legionarios, de traiciones y conspiraciones por el poder... Pero también conoció a Miguel Ángel, a Rafael y a Leonardo, su ídolo durante mucho tiempo. Supo asi que la locura romana se parecía al gusto por la vida, especialmente por la vida apasionada y le pareció doblemente interesante. Más tarde escuchó musica de Vivaldi, vio a grandes de la moda en el telediario, actrices sex symbol, leyó un poco a Dante... tenía que llevar razón.
Se tumbó sobre el pasaje y esperó.
- ¡Menudito! ¡Pero si estás aquí!- dijo su antigua dueña. - ¡Así no puedes venir, parece que te ha crecido la barba!.
Lo lavó, le pintó los desconchones con un poco de pintura y lo guardó en su mochila. A ella, recuperar ese amigo imaginario, le hizo mucha ilusión. Fue, al principio, un personaje de cuento. Un dia se sorprendió hablando con él, se lo llevó al colegio y empezó a explicarle cómo eran sus compañeros. También lo guardaba entre las mangas de su blusa y su jersey en la hora del catecismo. Saber que lo tenía cerca, casi dándole la mano, le ayudaba a pasar mejor los primeros segundos cuando la maestra le preguntaba la lección. También había sido un acompañante asiduo en las vacaciones familiares.
Menudito casi no podía creerlo. ¡Estaban juntos otra vez! ¡Con lo largo que se le había hecho todo ese tiempo! Al llegar la noche, buscó su mantita y se acomodó lo mejor que pudo en el bolsillo de red de la mochila. El olor a aventura no le dejó dormir. Por la mañana, mientras Elena dormía en el avión, se asomó a la ventanilla.
- ¡Qué bonito está el mar!-
Un rato después Elena oyó cómo alguien le decía:
- ¡Despuerta, despierta! ¡Que estamos llegando!


Comentarios

  1. Las historias de Villanaranja... Con ese poso de interés y, a la vez, esa cultura que subyace en ellas.

    Abrazos Loles.

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