Melena al viento

Nació con una gran mata de pelo oscuro que siguió creciendo en longitud y espesor. 
Su madre se lo cortaba para intentar controlarlo. Al final la única manera de que no le tapara la cara era recogérselo en una cola.
Cuando hacía frío lo usaba de bufanda. Si calor de insolación, gorra que refrescaba a cada poco revolviéndose el pelo suelto. 
Hubo una época, la hubo, aunque no duró más que lo que dura la primavera propia, en la que se hacía trencitas  a los lados  con las que sujetaba la melena para mantenerla alejada de los ojos. Tal vez también como punto un tanto exótico, si por exótico se entiende un poco menos frecuente.
Luego, para dejar de sujetarlo y moverse libre de los incordiosos cabellos, se lo cortó. 
Se despertaba como los niños traviesos, con los remolinos de punta. Le pinchaba en el cuello, se le metía por las orejas, le crecía el flequillo a velocidad  supersónica poniendo cortina a su mirada. 
Pero de pensar en volver a la peluquería, el tiempo eterno, el quemarse la piel con el secador... Bufff
Así que poco a poco el pelo pasó al plano de lo práctico, cuidándolo más para notar su suavidad sobre su piel que para gustar a otros o como señal de identidad.

¿O era esa precisamente su señal de identidad? Quiero decir, que vivía lo externo como algo necesario pero con vida propia, así que ¿"paqué"? ¿Acaso se ocupa uno de su espalda mientras no le duele?

¿Qué necesidad había de echarle más tiempo del necesario para no molestarse mutuamente? 
A ver, el pelo estaba ahí, sí, era suyo, desde luego, procuraba llevarlo con discreción: mientras no le afeara no había motivo para alterarlo... pero todos los días dedicarle más de uno o dos minutos...como que no.

Primero le cambió de color. Intentó disimularlo con tintes que le provocaban erupciones.
- Lo sabía, prefiere llevar su propia vida.- se dijo
Y como no tenía un carácter muy combativo, lo dejó crecer en tonos blancos y grises.
Se le fue cayendo. 
- ¿Así que ya no me quieres? Mensaje recibido.

Recordó que después de dar a luz se cortó el pelo muy corto porque se le caía a manojos, y que aquello fue remedio santo. 
Se afeitó, se buscó una gorra con protección solar para evitar insolaciones y consiguió que su cuero cabelludo cogiera un tono tostado la mar de saludable.
No le duró mucho la dicha. El pelo, al querer salir, se lo irritaba.

Me han dicho que se lo ha vuelto a dejar largo. Ahora se hace una trenza larga que le pasa los hombros. Rara vez se lo suelta al viento. Se le escapa detrás de los remolinos y ya no está para carreras.

Comentarios

  1. Qué relato más original. Me ha encantado esa melena al viento. Por cierto, la parte en que el pelo decide caerse...uf, menos mal que se solucionó. Felices fiestas :D

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    1. Te deseo yo también muy felices fiestas y Año Nuevo. A ver si viene preñado de historias y de buena vida. Abrazos

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  2. Muchas gracias Mari Carmen. Que tengas felices fiestas y un buen 2022. Cuidate que está la cosa regulín. Un abrazo fuerte

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  3. ¡Vaya historia! Hubo un tiempo en que sin llegar a salir en los medios, tal como haces con el personaje, llevaba la barba larga, acaracolada y abundante, y el pelo algo al viento... Todo negro en su día. Pelo y barba perduran hoy.

    También es verdad que nunca se me ocurrió hablar con el pelo... No sabría qué decirle. :)))))))

    Pero ya se ve que tú en esto de hablar con todo dios, no dejas títere sin pelo... jajajajjajaja...

    Abrazos Loles. Felices días de turrón y champan!

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    1. Jajajaja cosas más que mías, prestadas, pero que dan juego.
      Un abrazo Ernesto, pásalo bien con los tuyos!

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