La escribana

 Me llamo Halzoun Csiga, escribana de nacimiento. Escribana como esos que se ven en las tablillas antiguas, siempre aplicados sin moverse del sitio.

-¡Claro!- diréis- ¡Cómo van a moverse si son  figuras estáticas, un dibujo!

Pero habéis de saber que siempre he vivido en esta baldosa de barro sobre la que me encuentro. Es la dimensión de mi yo escribano la que permanece quieta, observando, registrando las mil vidas a las que asisto de mi yo-misma.

A veces ocurren cambios que no lo parecen, o retornos a un lugar aparentemente idéntico que sin embargo no lo es. El lugar cambia cuando cambian los personajes implicados. Por eso volver nunca es volver al mismo sitio que dejaste. 

Si sientes la extrañeza que mi yo ambulante ha sentido a veces, puede que falte algo esencial que diste por supuesto en el paisaje.

Puede ser que  una figura que creías lo llenaba todo, no es ni por asomo imprescindible. A veces es su sombra o el espacio que deja libre, lo que lo llena todo. Aunque tal vez será mejor que lo decidáis vosotros mismos.

No siempre he sido una escriban fiel. Entre mis muchos defectos está el de la inventiva. Sé que comparto esa capacidad para hacer conjeturas y creerlas sin comprobarlas. Pero de ella han salido algunos cuentos de los que estoy orgullosa.

Hay más dimensiones que a veces se superponen, pero no es tan simple. 

Salí de la casa de mis padres y hermanos hace más de cien años. Era joven y orgullosa. Hablaba con los sabios del momento y ellos me escuchaban. Decidí unirme a su cruzada investigando el Ser, poner en práctica las enseñanzas recibidas. Me resultaban tan atractivas que las de mi familia me parecieron poco estimulantes y desprecié todos los bienes recibidos.

En mi defensa diré que ellos tampoco reconocieron el valor de mis maestros. 

Fue así, orgullo contra orgullo, cuando decidí marcharme. Pero yo, la escribana, seguí aquí sobre mi losa, con mi cuaderno de notas y mi cálamo siempre preparado para registrar la vida que me hubiera esperado junto a ellos.

Es así que cuando ocurre, como alguna vez ha ocurrido, que he vuelto sobre mis pasos al lugar de donde salí, me encuentro con una vida no vivida, no contada por el escribano que no pudo contemplarla. Es entonces cuando tengo que esforzarme por rellenar los innumerables espacios sin historia, sin continuum. Aún no he conocido a nadie capaz de contar cada hecho acontecido, cada inspiración realizada, sin saltarse una sola. 

Construimos historias a partir de un número muy limitado de hechos, de sus versiones. El resto es pura imaginación. Solemos enlazar unos hechos a otros como si fueran consecuencias irremediables unos de otros, sin tener en cuenta que rara vez coinciden los relatos de los protagonistas implicados. No hay lógica universal.  Cada uno sólo ve la suya, como si realmente fuera compacta, única  y llena de coherencia.

Cuando sea vieja me gustaría poder contar mis historias como si fueran piezas de un tratado de humor. Pero me embadurnaron de seriedad y aun no he conseguido sacudirla de mis escritos. Espero vivir otros mil años para alcanzar semejante gloria, pues no aspiro sino a morirme (literalmente) de risa.

Ya resulta un poco cómico que no haya salido nunca de este cuadrado habiendo aspirado a surcar los siete mares... Tendría que haber nacido caracola.

Al lío: ese yo que fui se fue. Tuvo amores, alguno correspondido, los más de poca monta. Pero primero fui sólo un ente. El cuerpo se debió quedar en otra de las dimensiones que desconozco, aunque sospecho que es zona oscura, tan poco visible me resultaba. Ese ente razonaba, sentía pero apenas entendía nada que tuviera que ver con las atracciones corporales. Ya he dicho que mi propio cuerpo estaba oculto, se negaba a dar la cara.

Es difícil contar la vida de algo tan invisible. De hecho me faltan palabras, brazos, boca, manos. Sí tenía, por extraño que parezca, sensación vívida de órganos internos, especialmente de tripas, muy dadas al desorden y a la laxitud, muy sueltas. 

Pasó esa etapa, no porque ganaran en orden los intestinos, sino porque fueron ganando protagonismo otras zonas corpóreas. Los ojos se hicieron omnipresentes. La nariz, de pura envidia, se dedicó a catalogar olores y aromas por sutiles que fueran. Y la boca se desbocó con los sabores en lo bueno, y los dolores de muelas (que fueron largos) en lo malo. 

Hubo de pasar más de una vida para descubrir otros placeres y atreverse a gozarlos abiertamente con otros, o eso supongo. No ocurrió aquí muy cerca donde yo pudiera verlo. Pero dicen que sentía pasión por otras pieles que le hicieran reír en las entrañas. Que sentía la gratuidad del que recibe por nada, por puro goce de dar de la otra parte. Que podía rechazar por eso mismo, porque nada  impone el que sólo ofrece.

Por eso escribiré para soñar la más cómica y amable historia de amor que se haya contado, cuando tenga imaginación para contarla. 

Soy casi vieja. Tengo sueño. Necesito dormir, son cosas de la edad. También  he de hacer honor a mi nombre. Iré despacio, lo sé, pero lo haré si la muerte no me alcanza primero.

Comentarios

  1. Yo también haré honor a mi "imaginación" para leer de cabo a rabo este texto escrito en una baldosa de barro... años ha!

    Abrazos Loles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La etiqueta, "bajo préstamo" , se debe a que mi imaginación se desata con la de otros. Fue al escuchar (me temo que sin mucho acierto), la idea de un amigo, se me ocurrió el texto. A ver si te resulta igual de sugerente!😅.
      Un abrazo Ernesto

      Eliminar
  2. Por eso volver nunca es volver al mismo sitio que dejaste.
    También hay otra frase por ahí que dice algo así.
    Cuando decidas volver puede que yo ya no sea la misma que dejaste.
    (o algo parecido, que viene a ser lo mismo)
    Besitos linda.

    ResponderEliminar
  3. Eso es, puedes revivir momentos del pasado, pero nunca se vuelve del todo al lugar que añoras, no si hubo gente, porque todos cambiamos. No te digo si encima te falta el que fuera el "alma de la fiesta".
    Un abrazo Laura

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno tu relato mi amigo,
    entonces hay que volver con una
    buena cirugía jaaaaaa

    Besitos dulces

    Siby

    ResponderEliminar
  5. Hola Loles. Sentí la sensación de que me hablaba una escritora que fue y ya no está. Hablándonos como nosotros mismos cuando no estemos. Quizá eso quede de nosotros cuando dejemos de existir: lo que acertamos a contar y no contar en nuestras nimias historias. Eso, si es que alguien nos contempla, como a esa baldosa de la escribana.

    Un abrazo, Loles.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares