Sólo los besos

Era pastor. Rebaño peculiar el suyo, lleno de vocales y consonantes. De palabras o ideas con forma de figura literaria. 

Salía temprano ladera arriba, su perro Buko   haciendo círculos alrededor del rebaño, correteando tras las palabras remolonas.  A las más despistadas les ladraba acercándose por detrás. Tenía gracia ver los respingos de las más místicas, tan absortas se quedaban que no lo veían hasta que no lo tenían encima. 

Iban ruidosas, ilusionadas, por la mañana. Con ganas de contar algo. Pero no siempre se organizaban. Las más chicuelas, los monosílabos, se encadenaban a partes grandes. A veces hasta se subían a la grupa de alguna locución adverbial o una perífrasis que no se daba ni cuenta.

Iban algunas con los cencerros dale que dale, tan hiperbólicas. Las paradojas subían marcha atrás, ¿Cómo si no? Las metonimias eran traviesas, nunca estaban donde esperabas, aunque solían estar muy cerca. Los epítetos siempre delante, sin más afán que ser bien vistos. Las personificaciones solían usar tacones o corbata...¡Qué manía de ser lo que no eran!, creían saber más que el perro, que lo resolvía todo dejándolas equivocarse. ¡La de carreras que han tenido que darse para no quedarse atrás!

Buko tenía que vigilar especialmente a las oes, que solían hacer carrerillas dejándose rodar monte abajo. Andrés chiflaba y él las seguía casi rezongando, porque luego le tocaba subirlas dándoles empujones con el hocico y le tiraban de los bigotes para hacerle rabiar.

Metáforas tenía el pastor bastantes. Algunas, díscolas,  corrían a esconderse tras los matorrales. Y es que los metáforos silvestres les parecían irresistibles. 

Se hacían las despistadas. Aprovechaban la hora del almuerzo, en la que el perro se sentaba mirando muy atento a su dueño, que algo caería. Se iban poniendo bajo la sombra de las encinas. Como si nada, muy poco a poco, se desplazaban a las orillas. De ahí a las matas.

Las delataban sus balidos libidinosos, los colores  (también las calores) con las que salían del sotobosque cuando el perro iba a por ellas, alguna que otra t con el flequillo despelucado, la cara de boba satisfacción  que se les quedaba... y cómo no, por la aparición, un tiempo después, de algún metaforito, mitad común, mitad metáfora pura, que no había por donde cogerlo.

Era en verano cuando la hora de la siesta se convertía en un rezo de adormidera. Se recostaban junto a las grietas del karst buscando el fresco o en el interior de cualquier oquedad de la caliza. De lo que pasaba entonces sólo es testigo el pastor, Andrés para más señas.

Me contó que había ratos en los que las palabras  caían por las simas. Luego eran devueltas disueltas en imágenes que contaban historias, como aquella en la que oyó que alguna vez las cosas se cerraban adecuadamente, o veía a su padre patinando por la calle Cruz Conde. Que si las miraba directamente desaparecían, y entonces, y sólo entonces, veía de nuevo a su rebaño plácidamente dormido sobre el pasto.

Andrés aprovechaba esos ratos de soledad para agrupar sus reses. 

Según su estado de ánimo, las provocaba para hacer sonetos, décimas de cabo roto o pequeñas adivinanzas. Aunque a veces la respuesta estaba en el fondo de una cueva y se negaba a salir. 

En el pueblo le miraban raro. ¿¡Cómo iba a vender una manada tan oscura en el mercado!? Y es que vivir de las letras siempre fue difícil. Ya se lo advirtió su abuelo:

-Andrés, no seas botarate, donde se ponga el jamón que se quiten las poesías, que no sólo de literatura vive el hombre. 

Pero desde que encontró al perro y lo bautizó Buko (por Bukowski) lo tuvo claro. Aprendió las artes del pastoreo y se echó al monte.  

Luego conoció a Marisa, bibliotecaria, y se acostumbró a volver cada tarde... En el rebaño se espabilaban las palabras de amor. A veces alborotaban tanto que sólo los besos conseguían callarlas.

Comentarios

  1. Loles, me parece un relato magnífico y maravilloso. Lo he leído dos veces seguidas antes de comentarte y con tu permiso me lo guardo para releerlo de vez en cuando. Es una obra de arte.

    Un beso enorme

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias Carmela! Que te lo guardes es un orgullo para mí.
      Muchos besos

      Eliminar
  2. Hoy clase, de alto nivel técnico!

    Hay que ver lo que da de sí un rebaño de ovejas... Ya quedan pocos. Pero he conocido pastores de gran naturalidad. Y sabiduría popular!

    Abrazos Loles.

    ResponderEliminar
  3. Que lindo lo que escribis Me encantas muchachita

    ResponderEliminar
  4. Un final de poesía romántica, desde luego.

    Me sirvió, la historia, para repasar un poco las lecciones de lengua; incluso tuvo que mirar alguna vez el diccionario (qué era la metonimia, mmmm, ¡ah, ya!, yo creo que ese día no fui al cole).

    Un abrazo, Loles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaja, yo me las estuve repasando con el cuento. No se me ocurre que pueda estar usando ninguna si no he tenido que explicarlas y llevo tanto en Infantil que mezclo los nombres si no las consulto primero. Un abrazo Miguel.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares