Cuéntame algo
Se retiraba a su rincón de pensar, abierto como una nube hacia el infinito. Allí se abría ante su mente un inabarcable espacio, cada estrella a años luz de la siguiente, su luz avisando lo que ya había dejado de existir.
Se miraba al espejo. Se decía que estaba guapa, podía contar consigo misma. Antes o después se encontraba con alguien conocido que le devolvía la sonrisa, esa que llevaba dentro, y el rincón se volvía una habitación soleada o parque con árboles.
Pero hubo una época en la que el infinito se hacía más y más grande. Su profundidad de pozo. Su anchura de estepa. Y al mirarse en el espejo ya no había sino un lago helado, la cara oculta de la luna.
Qué bonito lo has descrito.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Besos enormes
Gracias María! Besos
EliminarSupongo que hablas de la soledad, y de la compañía. Me gustaron tus imágenes de lo enorme, ese párrafo final, que al principio no entendí (lo infinito, por lo trascendente, te deja como embelesado), pero que luego creí entender que hablabas de un punto en medio de la inmensidad, y esa es una manera muy poética de hablar de la soledad.
ResponderEliminarSiempre dejas un buen sabor a poesía.
Eso te cuento, Loles. Un abrazo.
Pues me ha encantado!
ResponderEliminarDe la soledad, de la compañía y de ese sentirse perdido hasta de uno mismo en los bajones hondos.
Un abrazo Miguel
Navegas en palabras que dicen tanto yo las leo y me dejo llevar por la melancolía del momento beso
ResponderEliminarBesos Mucha, me llega tu calor
EliminarEl buen hacer de tus relatos.
ResponderEliminarAbrazos Loles.
Gracias por el piropo.
EliminarAbrazos Ernesto