Dios pasa

No me suele gustar hablar de lo que siento como creyente. Primero porque me parece que le hago un flaco favor a la Iglesia: No soy ningún ejemplo a seguir. Segundo, porque me parece un poco como hacer striptease.
Sin embargo ha sido Pascua hace nada y me parece que lo que busco o siento en Pascua no es patrimonio de la Iglesia sino de mi condición humana. Un poco de striptease tal vez me ayude a verme como Dios me ve

Antes de empezar tendría que añadir que la celebración de Pascua, si se hace sin demasiados aspavientos, puede seducir a cualquiera. Hay muchos símbolos universales: el fuego como fuente de luz, el agua que genera o mantiene vida, muchos  relatos..., alguno de los grandes relatos ancestrales y otros más modernos que hablan de experiencias de seres humanos en la adversidad, de sus esperanzas, de sus altibajos,  el significado de la palabra Pascua: Dios pasa... 

Cada Pascua, algo de ese rito, de esa liturgia tan rica, me sorprende, porque la iglesia edificio también suele tener la capacidad de ayudarme a conectarme conmigo misma, a rebuscar en mi interior. Y,  en los casos en que conozco al celebrante o que voy con amigos,  a saborear el regalo de la amistad.

Esta última Pascua ha sido el relato del Génesis. Un buen amigo mío me sorprendió un día con la pregunta de cómo concebía yo el tiempo. Con el runrún de querer contestarla y otras cosas que me fueron llegando a la cabeza salió la historia de el pescador de palabras que está en este blog. Y sin poder remediarlo, cuando la lectora empezó el conocido relato de la creación (¡qué bien lo leyó, por cierto!) me llenó de emoción. De repente me ví hermanada al autor de un texto que como poco tiene 2500 años. Entendí su esfuerzo  por contar el origen del tiempo, del mundo o de la vida, por encontrar las palabras que pudieran llevarnos a ese algo más que le hizo escribirlo. Lo escuché como si lo leyera por primera vez y me pareció vívido y poético. Casi me llegó el amor con el que fue escrito.
¿Ya está?
No. Aunque me quedé colgada de esa sensación un buen rato, al llegar la homilía el sacerdote captó mi atención. Fue muy breve, dijo algo que llevamos oyendo toda la vida  y que impregna la esencia de lo que yo entiendo nos ayuda a vivir mejor: Sé valiente,  Dios te quiere como eres porque eres parte de la vida, de Él mismo, celebra el día a día sin miedo allá donde vivas (vuelve a Galilea).
El momento de la paz no es un mero rito para mí. Será porque muchas veces me siento en conflicto conmigo misma y la deseo y recibo ese deseo de los otros de corazón.


Hay veces que el celebrante  habla con un lenguaje que no entiendo o con una versión que me chirría. Me suelo desconectar de su discurso y paso a mi interior o a la investigación: me gusta intentar ver qué conexión hay entre las tres lecturas: la del antiguo testamento suele plantear una situación y una manera de resolverla, la del nuevo testamento suele ser una situación similar resuelta de otra manera más al estilo de Jesús, el evangelio nos cuenta cómo él lo hizo. Si me he perdido algo de las tres lecturas me centro en el evangelio. Escuchando la forma en que está contado el pasaje se puede saber cuál es el evangelista. Ponerte en su punto de vista a veces te descubre algo de lo que ese autor vio en la figura de Jesús, también ves un poco al que escribe. Es como descubrir matices de un amigo por lo que otro te cuenta de él. También ves un poco a ese otro, en lo que se fija, lo que es significativo para él.

También la música me conecta a mi interior. Vivir esa conexión me llevó, durante una boda en la que los músicos eran especialmente buenos, a pedir perdón por no haber trabajado más mi facilidad para la música, por lo que podía provocar en los otros, de lo llena de emoción, de viva que llegué a sentirme.
Dios pasa a mi lado cada vez que me siento viva.

Hay un salmo que me gusta especialmente. Lo suelo rezar en la iglesia o en cualquier sitio en momentos de desolación, cuando me siento miserable o perdida. Cuando ya no me quedan más palabras y sólo me queda desnudarme para mostrar sin tapujos mi caos. Ese striptease emocional me ayuda a sentirme arropada por quien no me juzga. Habla de un Dios que es capaz de hacerlo en tus momentos de gloria y en tus momentos más negros. Me da un poco de paz.

Es el salmo 138 .

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día...

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