Vidas cruzadas

Salió con la ilusión de respirar la luz de la mañana y beber el color de sus ojos.
Salió con el sabor de su saludo tempranero, la imagen ciega de su piel tan suave. El tacto denso del café invadiendo hasta la última célula de su pituitaria.
Moderadamente sonriente. ¡Qué caramba! Con la sonrisa abierta, como su corazón.
Por la ciudad  de las obras eternas. 
Sortea vallas, sortea operarios...

La nueva normativa ha supuesto un pequeño caos. No se pueden  levantar edificios de más de una planta. Desde ya. La única manera de construir un tejado o repellar un alero será construyendo una pared de sacos de arena.

- ¡Vaya negocio para el Estado! ¡Si es que ya no saben cómo sacar dinero!
-¿Y qué tiene que ver el Estado?
- Mira a quién beneficia la norma: ¿Es que tú no sabes que el subsuelo es suyo, que lo que hacen las empresas es pujar por las licencias de extracción de grava y arena, que lo que extraen se lo compran al Estado?
- Hombre, visto asi...

Oye a los obreros chiflar a una jovencita que pasa con tacones y falda de lápiz camino de su trabajo.
La ve de reojo ponerse derecha, incómoda pero derecha. La ve pasar a la altura de esos hombres en camiseta, hacer como que no los ve, que no los oye: la manga riega y aquí no llega, preparada para sacarles un dedo como se pasen con el piropo.

Sonríe con discreción para que ella no se moleste. Él ronda los cincuenta y ve con perspectiva esos ardores.

En todos lados hay chapuceros. Aún se ve un andamio en ese barrio nuevo por el que le gusta pasear. No está precisamente por donde él tiene que pasar. Pero algo llama su atención. Es como si estuviera desapareciendo. Tiene que ser un efecto de la luz.

Hay otro hombre. Es ya mayor. Va distraído. Solo atento para descubrir lo que pasa, para saber por qué no se ve el andamio entero. Se tropieza. Se cae. Se da un golpe en la cabeza con un adoquín del acerado.

Cuando despierta está en el hospital. Lo rodean caras conocidas . De unos sabe sus luchas por el poder. De otros sus amores poco exitosos. De aquellos su lucha continua contra la glotonería o contra la avaricia, o contra la lujuria, o ... Pero a todos los ama. Con todos ellos se relaciona. Se relacionaba. No puede salir de su propio cuerpo postrado para acercarse y decirles cuánto se alegra de verlos.
Se ha quedado detrás de la cortina de sedantes y no puede descorrerla. Se suceden unos detrás de otros. Un vecino organizó turnos para que nunca estuviera solo.
Uno de los pequeños se atreve a cogerle la mano. A acariciársela, a mirarle mientras el casi anciano lucha por subir los párpados. Sonríe pero casi no puede separar los labios.
-¿Quieres agua?- le pregunta acercándole un vaso con pajita
Él mayor hace un esfuerzo para decirle
-¿Tú como crees que va a evolucionar esto?
A qué se refiere. De qué está hablando. ¿De sus proyectos de acercar unos a otros?¿De la empresa de minusválidos con la que colabora?¿Del reconocimiento legal de los derechos en los que trabaja? ¿De la amistad que se tienen? ¿De su propia enfermedad?
- Despacio Theo, creo que va a evolucionar despacio.
Él se duerme y el pequeño que le da la mano se despide de él. Sabe que está ahí. Sabe que él sabe que lo está acompañando. Pero lo hace como a través de una niebla espesa, adonde apenas llega para tocarle, de la que sólo puede salir unos instantes y sólo un poco.


El primer hombre ha seguido su camino después de auxiliar al herido. -¡Que rápido te puede cambiar la vida!- piensa mientras  desea que se recupere pronto. Se acuerda de que  su hijo  tenía un examen,  que su mujer llegará tarde a casa. Tal vez se pase por casa de su  madre un momento. Acaba de salir de una gripe y vive sola. Es un hombre lúcido y bueno. Tal vez un poco orgulloso,   perdonable por lo mucho que ve, por lo mucho que ama. El dolor podría corregir esa arrogancia. Pero no le deseo mal alguno.   Sigue su camino respirando  luz, bebiendo los colores de un otoño temprano, aspirando el aroma del factor humano, escuchando los gestos auténticos. 

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