Córdoba-Albacete

Los jugadores buenos, al acercarse a la portería no tienen miedo de chutar a puerta o de pasarle al compañero para que lo haga. Pero el sábado el partido era como los del colegio. Al acercarse al portero nadie se atrevía a fallar el tiro. Esperaban a que llegaran los contrarios, se perdían en regateos y nadie lanzaba a marcar. Algunos hasta se encogían un poco o se cubrían si se les acercaba el balón en un pase.
Ganaron no obstante. Uno de ellos, más osado, se lanzó en la primera ocasión que tuvo. Fue el único gol del partido.
Como la vida misma.

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