Un caso de surrealitis

Se jubiló anticipadamente para montar un restaurante. Había heredado  una suma más que suficiente para empezar e ir tirando mientras se daba a conocer. Ni se lo pensó dos veces.
Con ilusión infantil se matriculó en un curso de cocina  y se hizo el propósito de ser humilde.
Difícil lo de ser humilde. Era ya buena cocinera y tendría que someterse a lo que otros le dijeran para probar nuevos resultados. Pensaba que había superado a su padre y no siempre llevaba bien que le dijeran que se había pasado con la sal o el aceite... Pero ¡tenía tantas ganas de demostrar de lo que era capaz!


Aprendió los secretos de un buen asado, el momento idóneo para añadir la sal, cómo manejar una langosta, a blanquear ajos, todo sobre las hierbas aromáticas y las especias, los vinos que iban mejor a cada plato...

Encontró un local. Había ido con una de sus tías para elegirlo. Era excéntrica y un poco barroca, pero había viajado tanto, que veía con nitidez si un espacio tenía posibilidades o si carecía de ellas. Y nada más verlo dijo
- Quedará estupendo, vamos a convertirlo en algo moderno pero acogedor.

Llegó el día de la inauguración Los fogones estaban integrados en el restaurante a través de un cristal.
Había amigos, profesores de hostelería, un reportero del periódico local, algún que otro bloguero...
Hoy se comía el menú del día amén de innumerables aperitivos minúsculos y exquisitos que desaparecían nada más llegar al público allí congregado.

El asombro llegó cuando uno de los invitados más esperados dijo ante su plato de mazamorra:
-Lo siento. Tengo una complicidad muy frágil con el gluten. No lo voy a probar.
Rápidamente le retiraron el servicio.
-¿Le apetece al señor un humus de garbanzo?
- Me temo que las legumbres no puedo digerirlas muy bien, son ellas las que no  quieren ser cómplices mías.
- ¿Una ensalada?
- Sólo si no lleva cebolla ni ajo.
- Ya, que tampoco sale de copas con ellos- el dijo el camarero intentando tender un puente.
- Eso mismo. Sólo tomate con aceite virgen extra. Ni sal, por la tensión, ni vinagre. Mi ClH no se lleva muy bien con el ácido acético.
-¿Algo de beber?
- Don Perignon
- Se ve que usted se codea sólo con los mejores, pero no tenemos vinos franceses. Es un compromiso de la dueña con los productos locales.
-En ese caso...

Ante un cliente tan difícil de complacer, Carmen, desesperada, lo invitó a pasar a la cocina y servirse él mismo de lo que pudiera tomar.
El local se fue inundando de caras de sorpresa y murmullos de asombro al ver tras los cristales la expresión de intenso temor, de tristeza, de vergüenza, de dolor...que iba poniendo el crítico al conversar con los distintos alimentos.


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