Microrrelatos y otras menudencias

Su ordenador enfermó de ictericia. Un nuevo sistema operativo lo rechazó. A cambió le dejó un extraño virus. El técnico no pudo cogerlo a tiempo. El síntoma principal permaneció oculto bajo el  impoluto teclado. Al desmontarlo una capa  densa de color amarillo había inutilizado todas sus conexiones. RIP.




Necesitaba una puesta a punto. Tenía descuadrada la columna y ya no podía soportar el dolor del hombro. En el primer crujido sintió un alivio casi inmediato. Pasaron unas horas y al levantar peso, los huesos volvieron al sitio al que estaban acostumbrados.
Un fisio lo recolocó en el que se suponía era el lugar idóneo. Ahora fue una pierna la que se rebeló al no reconocer la nueva ubicación de su oponente.
El tratamiento intentaba corregir la postura defectuosa con movimientos rápidos que dejaban  oir crujidos y chasquidos de huesos.
- No me hallo- se quejaba el paciente. - Así, tan derecho no me reconozco, no sé moverme.
Y se dejó llevar después de tres meses corrigiendo la postura. Primero se le rotó una vértebra. Luego perdió un curva de la columna mientras otra se acentuaba de forma alarmante.
-Ya está. de aquí no me muevo. Me duele, sí, pero es así como sé vivir.
Y lloró de dolor y maldijo el día en que se habituó a la deformidad hasta el fin de sus días.



-Pocopico pica poco.
-¿Por poco pico?
- Pica poco porque si pica, pica y pica, peca traicionando a su nombre.



Y así, poco a poco, las dos especies humanoides que estaban separadas en su origen, se emparentaron y surgió la pareja. Nueve meses después, apareció la familia. Lo de la igualdad de oportunidades y derechos fue bastante posterior.

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