Si bajó o no bajó.

 Se subió al monte. 

Le hartaron el papeleo, las condiciones impuestas por el afán de seguridad de los bancos, los impuestos que había que pagar, la necesidad de aval para casi todo, la mala sombra de las compañías telefónicas que hacían ofertas a clientes nuevos que ocultaban a los que ya tenían, formaban parte de su cartera, o la insistencia de las empresas responsables de suministro energético, todas compitiendo por llevárselo al huerto, las facturas del gas, del seguro del coche, de..., de..., de... 

Y eso le pasaba a él, que había querido ser Robin Hood de pequeño, o Curro Jiménez, no por lo de pegar, sino porque si debo algo y quieren venir a por mí que vengan... Que él prefería las cosas más simples, más directas.

En vista de que era difícil escapar a la complejidad del mundo financiero o los deberes impuestos por los protocolos a la hora de comprarse una vivienda, se plantó. Agarró el bastón de los paseos y se subió al monte. 

Llevaba ya todo el día sentado en un peñasco cuando pasó un pastor con las ovejas. 

- ¡Buenas tardes!

- Buenas tardes.

- ¿Qué? ¿Descansando un rato?

- Sí, sí. Es bonito esto

Ni más usted ya de vuelta?, ni viene usted mucho por aquí, ni sabe usted si hay por aquí cerca algún refugio ni nada.

Escueto como era, hizo un ademán con la cabeza al que añadió 

-¡Hasta más ver!

Y siguió allí, a solas, porque en su plan no había nada más que lo de subirse al monte. Hambre le estaba dando. Del paquete de jamón que había comprado el día anterior para prepararse un bocadillo sólo quedaban las manchas de grasa. Pero a ver, es lo que tiene lo de no tener más plan.


Pasaron unos días. Volvió a subir el pastor. Volvió a verlo de lejos, allí sentado, en su peña.

-¡Pues sí que le ha gustao el sitio!- Pensó para sí. Pero las ovejas estaban díscolas. Ni acercarse pudo.

Con el paso de los días él mismo empezó a preguntarse lo que hacía allí sentado. Le tentaba el hambre y su colchón, al que echaba mucho de menos. 

El tiempo pasaba despacio a su lado. Lo miraba con detenimiento porque su única actividad era componer crucigramas resueltos en los que faltaba la definición.

Cuando se cansó de componer crucigramas los hizo de frases completas. Así como pasatiempo. La dificultad estribaba en la carencia de  horizontales y verticales. De modo que el resultado parecía un texto sin serlo.

No escribía largo. Su cuaderno no iba a ser eterno y no tenía interés en bajar a por otro. Se iba inspirando en la infinidad de películas que había consumido, en las múltiples formas de amar que había conocido en sí o en otros, también en las distintas de sufrir, en arrebatos de pasión de cualquier tipo. Luego esperaba. Antes o después, siempre que estuviera atento, surgía la palabra o la frase que le servía de resumen, igual que una metáfora que habla de mucho más de lo que dicen sus palabras. Le salían bonitas. Las cosechaba con cariño, casi con amor de padre.

Se debió olvidar el tiempo de lo que llevaba allí. También las autoridades. Si bajó o no bajó sólo él lo sabe.

Comentarios

  1. Fácil identificarse con este texto: tanta desazón produce el hostigamiento de las compañías, y hasta de los ayuntamientos y el Estado, con su formularios, ofertas y requerimientos, que le dan a uno ganas de romper con todo, huir al monte y buscarse una peña solitaria, como el protagonista de tu historia. Y que ya nadie sepa qué fue de nosotros. Yo creo que en esas estoy, pero no hay manera de que yo mismo me deje escapar.

    Un abrazo, Loles.

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    1. Jajaja, oye, pues lo buscamos y te lo presento, igual hacéis migas. Gracias por pasarte. Me haces sonreír. Un abrazo Miguel

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