Después de la tormenta
Pasó la tormenta. La vista ahogándose en la lluvia. La piel mojada sin poder reconocerse. El frío. Las puertas pequeñas. Los laberintos.
El viento abrió de golpe la ventana. Escapó con un salto donde el sol tímidamente se despereza y luego calienta. Te dan la mano. Y aunque estás sólo, no te sientes huérfano sino arropado.
El laberinto se queda atrás. Por eso a veces parece un sueño. ¿Eso fue tuyo? ¿Por qué lo era? Hacía falta salir de ahí con decisión y entrenamiento. Un pie, después otro, la mano asiendo los asideros que son más fuertes, o más seguros. La cabeza con tiento, sin golpearla. Crisálida saliendo de su capullo. Verano del tiempo de los agostos, a gusto, agosta, agostados.
Vendrá la lluvia lavando el aire. Remolino de gotas de mil colores. Noé que hace las paces consigo mismo.
Y lo veremos.
que bello escribes
ResponderEliminarGuapa tú!! Un abrazo Mucha
EliminarHermoso texto, lleno de bellas figuras. Felicidades.
ResponderEliminarGracias San! Un abrazo
EliminarMe ha gustado mucho la poética de tu texto. Me ha transportado a alguno de los viajes lluviosos que realicé por el norte, hace unos cuantos años ya, con los amigos. De alguna forma, y aún estando acompañado, la lluvia acrecentaba mi sensación e incluso necesidad de soledad. Y cuando salía el sol, había un regusto de caricia de madre. Supongo que también yo andaba enlaberintado. Se te da bien contar ese tipo de sensaciones.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz sol.
"Regusto de caricia de madre"... ¡Eso también es poético!
EliminarUn abrazo