Rafa y la goma de borrar

Lleva la palabra difícil escrita en la piel. Exactamente ahí. No en su cabeza, que suele salir airosa ante las eventualidades intelectuales, sino en la piel. Hace daño a los otros de tanto apretarles cuando se acerca, o se enfada tanto cuando no le dan lo que él quiere, que se pone rojo, les insulta y les escupe. No sabe acercarse sin hacer daño o llevarse un coscorrón. 

El médico del cole, Pepe, había estado de visita por la clase. 
Rafa sabía lo que eran las caries. Se sabía la teoría de cómo lavarse los dientes, pero no conseguía hacer circulitos sobre las muelas, y a veces se le olvidaba que el cepillo limpiaba mejor si lo movía arriba y abajo con suavidad.
No soportaba tanto fracaso. Así que un día, en el cole, empezó a comerse las gomas de borrar.
El primer día fue poca cosa: una esquinita de nada. La escupió porque se acordó de las bacterias, esas que con ácido te hacen los agujeros en los dientes.
De vuelta a casa pensó que si se la comía muy rápido y luego se lavaba los dientes, las bacterias no tendrían tiempo de nada. 
El segundo día le pilló la seño.
-¡Rafa! ¿Pero qué haces?  ¿Tanta hambre tienes?
Rafa puso cara de inocente mientras se la sacaba.
-Es que como pone NATA, quería saber si sabía a eso.

El tercer día la seño salió un momento al servicio, porque los más pequeños estaban haciendo mucho jaleo. Rafa cogió la goma y le dio un mordisquito.
-¡Pues no está mala! - Pensó
Le dio otro, y luego otro. Sintió como hambre, como si tuviera un agujero por dentro que le hacía pensar en comer todo el tiempo, y de repente entendió una frase misteriosa que siempre decía su abuelo:
"En el comer y el rascar, todo es empezar". Siguió dando mordisquitos hasta que sólo le quedó media goma. 
-Se va a notar mucho si la dejo ahora encima de la mesa. - La tiró al suelo y la dejó allí como si se le hubiera caído sin darse cuenta. 
-A lo mejor la seño se cree que se me ha roto al caerse y no me dice nada.
Pero había caído muy cerca del sitio de Antonio, y si Antonio se la encontraba la iba a coger. Y si Antonio la cogía...- Las manos se le cerraron formando un puño y se le puso cara de ogro de Pulgarcito. 
Se agachó para cogerla. En ese momento, oyó acercándose los pasos de la maestra  y se escondió debajo de la mesa.
-Mejor me la como entera y digo que se me ha perdido- se dijo para sí.
Y se la comió casi sin masticar.

La seño volvió de poner orden en los servicios y Rafa oyó que decía:
-¿Dónde se ha metido Rafa? ¿Ha ido a hacer pipí?
Rafa quiso decir que estaba en su sitio. Pero cuando intentó hablar, se dio cuenta de que se había quedado sin boca. La goma se la había borrado.
Quiso agarrase al pantalón de Óscar para que  llamara a la seño, pero tampoco encontraba sus manos. Le entraron muchas ganas de llorar, porque ¿cómo iba a volver a casa sin poder darle la mano a su madre cuando lo recogiera? ¿Cómo iba a darle un beso si no tenía boca? ¿Cómo iba a comerse el pollo con patatas? ¿Cómo le iba a contar por el camino que no había pegado a nadie, con lo contenta que iba a ponerse?
Le empezaron a salir lágrimas y un sonido con mucha pena. Fue Víctor el primero en darse cuenta.
-¿Qué te pasa Rafa? ¿Quién te ha borrado la boca?
Pero Rafa no podía más que  llorar y llorar.
- Espera, te voy a pintar una. - Cogió un rotulador y le dibujó una sonrisa muy grande.
Ahora Rafa tenía lágrimas, pero eran lágrimas de alegría.
-Dibújame unas manos, Víctor. 
- ¿Y dónde?- dijo Víctor al ver que no podía pintarlas porque no salía nada de las mangas.
Rafa pensó mucho y le dijo:
-Coge un folio, dile a María que ponga sus manos y las dibujas para mí.
Luego Fátima, que también quería ayudar, cogió unas tijeras y se las recortó. Fué Antonio el que cogió un poco de fixo para pegarlas a las mangas de su jersey.

Eran unas manos muy finitas que se doblaban, pero al momento se convirtieron en unas manos de verdad. A esas manos nuevas no les gustaba pegar porque eran igualitas que las de María, que nunca pega. 
-¿Me dejas que te borre las piernas?- Le preguntó Óscar Mario
-¿Por qué quieres borrarme las piernas?
- Para que no nos des patadas.
Rafa se miró los zapatos, quiso esconderlos para que no se los borraran pero fueron haciéndose invisibles ellos solos.  Cuando la goma llegó hasta los pies, después de pasar por el estómago, se fueron borrando hasta más arriba de las rodillas. 

¡Menudo lío se lió! Unos le querían poner dos piernas muy largas. Otros pintarle las botas de siete leguas, otros hacerle patas de araña para que tuviera de repuesto, otros querían ponerle piernas de canguro para que diera muchos saltos, otros piernas de jirafa para que pudiera rescatar los balones embarcados... Pero ¿Y Rafa? ¿Qué quería Rafa? 
Pues ¡tendremos que preguntárselo!

Comentarios

  1. ¡Menudo Rafa, menuda clase...

    Por imaginación y creatividad que no quede...

    Recuerdo ese olor tan característico y agradable de aquellas gomas de borrar de cuando niños, "ayer" sin más! El olor a plumier de madera, etc.

    Lo describes tan real que da que pensar sino estarías tú en aquella clase... de maestra.

    Abrazos Loles.

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  2. Y hoy les he leído el cuento, con aplauso final y con dibujo de Rafa. Al final le han puesto las piernas de Óscar, que es de los más pacíficos y de los que más corren de la clase.

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