Um viagem sui generis

 Al llegar de dar un paseo por el pueblo nos encontramos en la casa con Leuter, Dagmar y Manú. Nos propusieron ir a visitar un poblado karajá. César, el marido de Dagmar, quería llevarles unas bananas de freír y una caja con ropa.
- Son quince minutos por el río. -Nos dijo Manú- É perto- es cerca.
Ni nos lo pensamos.
En el embarcadero nos esperaba, descalzo, César.
César no para de hablar, así que nos enteramos que  cuando tenía 65 años participó en una maratón de larga distancia (100 km). Tardó más de 9 horas, pero quedó campeón en su categoría. Nada de dos a cuatro horas por el río Araguaia, corre algunas horas y trabaja poco. Lo dice riéndose, pero trabaja repoblando la Ilha do Bananal.  ( https://es.wikipedia.org/wiki/Isla_del_Bananal ).

Entre historia e historia nos contaba cómo veía él la situación de los indios, de la isla, y de Europa, a la 
que vuelve de vez en cuando para ganar dinero extra. Tardamos bastante más de un cuarto de hora, 
el río está ahora bajo, hay mucho bancos de arena y nos tuvimos que bajar para no quedar varados.


Al llegar a la isla nos metimos por un pequeño arroyo que es el desagüe de un lago interior. 

Enseguida nos tuvimos que bajar. Había fango y Quino casi pierde una sandalia. Así que seguimos 
empujando a la canoa descalzos. Al cruzar el lago descubrimos que la aldea estaba vacía. 
Santa Terezinha está en fiestas, y los cincuenta habitantes del poblado estarían en la playa intentando 
vender un poco de pescado. En la estación seca son nómadas, se asientan en las playas en un chozo . 
Pescan, se bañan, están en contacto con los viajeros del río.


César se reía:-  Um viagem sui géneris.  ¡Fuimos a ver a los indios y no estaban!

Lo que sí encontramos fue el resto de este pescado, una pirosca. El pié de Manú sirve de referencia. También entramos en el poblado llamando por si quedaba algún rezagado.

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