Mi primer móvil

Salía a la autovía todos los días para ir a trabajar. Era impresionante la autonomía que daba un móvil, la tranquilidad también cuando estabas de viaje. Eso de poder hacer una llamada en el mismo momento que te hiciera falta era entonces impensable. Tan impensable como aún hoy le parece a mi madre (con sus casi 87 años) que su primo le pueda mandar una foto desde Brasil por whatsapp,  que no le cueste dinero extra, que llegue en el momento que la hace...
Pero esta historia  no es tan reciente, tiene casi 18 años.

Mi marido me vendía la idea del móvil pero no conseguía convencerme. Entonces me parecía snob y un poco hortera  el que  la gente fuera hablando por la calle. Toda la vida habíamos hablado sólo en casa, ¿Es que no se podían esperar a estar en un sitio menos público?
Todavía tenían un pase las conversaciones de los técnicos: fontaneros, empresarios, médicos... recibiendo avisos mientras se trasladaban de un lugar a otro de su trabajo, pero eso de ir oyendo: 
Pues la Luisa llegó tarde como siempre, y yo meándome, ¡que estaba ya a punto de irme, qué cara tiene!... Me parecía un atentado contra la intimidad.

Tampoco veía la necesidad. El rato que estaba en casa, estaba en casa. Si estaba con los niños, estaba con ellos, si con los amigos, en plena conversación...y si tenía que llamar a alguien por alguna necesidad o por gusto de saber de esa persona, sólo me separaba de ella la distancia física. El móvil era más bien un incoveniente, un elemento distractor del resto de mi tiempo, que era mío, porque, seamos francos, casi ninguna llamada es tan urgente. Es un invento muy cómodo, y a estas alturas divertido y casi mágico, pero entonces,,,
Yo valoraba mi tiempo a solas, mi tiempo con mi familia, mi tiempo con mis amigos, o mi tiempo de llamadas. No me apetecía lo más mínimo estar colgada del teléfono, ni que me llamaran para tonterías que se pudieran  resolver al llegar a casa. Tampoco tenía el agobio de tener a mi cargo niños muy pequeños ni personas muy frágiles. Así como enseguida vi la utilidad del ordenador, la del móvil me daba pereza.
-Tú ya tienes móvil, y cuando viajamos solemos ir juntos. ¿Para qué otro móvil?- Le decía cada vez que sacaba la conversación.
Pero, cuando nadie lo esperaba, me volví a quedar embarazada.

- Ahora ya sí, ¿no? A mí me daría tranquilidad que llevaras un móvil en el coche.
-¡Pero si sólo son 14 kilómetros!
-Tú ve mirando

Estaban empezando a ser pequeños y a no tener antena. Empezaba a salir aquellos modelos de concha que les daba apariencia de ser más pequeños y los Nokia eran la crème de la crème. 

- Acuérdate de traer café. No sé si queda suficiente para mañana- Me pidió cuando iba a hacer la compra.

 Solía ir a Continente para la compra gorda. Tenía muchas ofertas de tres por dos y cosas así. Al pasar por el estante del café fui a coger el de siempre, pero justo al lado había otra marca que ofrecía 50 móviles por sorteo. Para participar sólo era necesario comprar dos paquetes.
-Total si me lo regalaban...

Llegué a casa con mis dos paquetes. Al ir a guardarlos me pareció que uno estaba un poco hinchado, como si hubiera perdido el vacío.Pensé que era el que debía de gastar primero. Busqué las tijeras, el tarro de cristal donde solíamos poner el café para que no perdiera aroma, y al abrirlo me quedé con la boca abierta. Un nokia magnífico salió envuelto en una bolsita de plástico.
- ¡Ven, corre, mira! ¡Ya no tengo que pensar en móvil, acaban de regalarme uno!


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