La mancha de tinta

Lía, encontró en un cajón una pluma estilográfica. Nunca había visto una y al abrirla lo hizo por la mitad del cargador. Presionó el depósito  pero como no le encontró utilidad cerró esa parte.
Al abrir el capuchón una  gota enorme de tinta azul se derramó sobre la gran carpeta de cuero que había sobre la mesa.
- ¡No, no, no! ¿Pero qué es esto? Mis manos... ¿Se podrá comer?- y acercándose un dedo a la boca lo probó con la punta de la lengua.
-¡Puaj! Mejor lo dejo donde estaba
Pero la pluma seguía chorreando tinta y el cajón de roble quedó manchado para siempre.
Las manos de Lía estuvieron azuladas un tiempo y una de sus escamas quedó permanentemente teñida del tono cobalto, tanto le duró que ella misma se preguntaba si no habría sido siempre de ese color y sólo después de mancharse se hubiera percatado de que estaba allí.

Nadie supo jamás quien había provocado esa mancha. Bueno, no es eso exactamente lo que pasó, sino que cuando alguien dijo que habría sido la sirena no lo creyó nadie.



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