En busca de un digno comensal

Érase una vez un pedazo de queso.
Llevaba horas esperando que alguien lo recogiera de la tabla donde lo habían cortado.
-Pero ¡Qué demonios! ¡Si estamos a oscuras! ¡aquí no va a venir nadie hasta mañana!

La noche pasa lentamente y sólo cuando amanece puede ver la magnitud del vendaval: persianas y contraventanas arrancadas de cuajo,  mesas y sillas del exterior arrastradas hasta el palmeral de la playa y ésta cubierta de algas, restos de tablones, botellas y latas de la fiesta inconclusa.

- No quiero morir cubierto de moho verde. ¡Me largo!- Y sin pensarlo dos veces llegó rodando hasta el filo de la encimera.
- ¡Socorro!-     gritó sin que nadie pudiera oírle- ¡Me voy a hacer añicos!- Cerró los ojos pensando que era su final, pero frenó justo a tiempo.                                                                                            

-Bufff, ¡qué susto! No quiero pudrirme pero tampoco me hace gracia que me coman  las hormigas. No creo que el ácido fórmico  mejore mi sabor. O peor...  son tan catetas que ni siquiera me comerían: me llevarían a su despensa y ahí acabaría aún más verde que en medio de este caos.

Aun sopla fuerte el viento. Los hombres no han aparecido todavía pero lo harán antes o después. No es difícil imaginar que cuando lo hagan vendrán a limpiarlo todo. Quién va a querer saborear un pedazo de queso recogido entre tanto escombro.
-Me niego a acabar mis días en un cubo de basura.- Se acercó a la tabla. Había un cuchillo que podía usar de tobogán hasta el cajón entreabierto de los cubiertos. De ahí al trapo que alguien había dejado allí enganchado y un pequeño salto al suelo.

Una sombra lo cubre en medio de la operación. Se esconde en uno de los pliegues del trapo antes de hablar. No le apetece ni lo más mínimo tener que vérselas con alguna cucaracha, de haber tenido pelo se le hubiera puesto de punta, le da un escalofrío de sólo pensarlo, pero no. Lo siguiente que ve es un rabo rosa, largo y fino acabado en punta. No puede ver el  otro extremo, pero sólo puede ser... ¡de un ratón!
           

-¡Eh, eh!, ¡aquí!, ¡Eh, chico!

Es un pequeño ratón blanco de laboratorio. Ha olido el maíz de las palomitas que ahora está desparramado por el suelo. Coge un grano, se para en un rinconcito y lo roe con placer.

-Vamos, mírame, estoy aquí. ¿No puedes olerme?

No sé si los ratones pueden oír la mínima voz de un queso, mucho menos si pueden entender su idoma. En cualquier caso nuestra ratoncilla (porque es hembra) no da muestras de haber notado su presencia. Sólo cuando percibe un movimiento suelta su grano de maíz y se esconde.

Y es que Queso ha intentado acercarse.
Cuando ve el resultado intenta otra estrategia. Rodea uno de los cascotes del suelo y se mete bajo un vaso de plástico que ha encontrado tirado. Quiere moverse así camuflado, ¡qué bobo!, el ruido que hace al arrastrar el vaso es más fuerte que su propia voz y Abril (así se llama la ratita) se aleja a una zona un poco más oscura.

- ¡Vaya! ¡No sabía que fuera tan difícil conseguir que te comieran!- Empieza a darle pena de su intento fallido  cuando nota un pequeño dolor en un costado.
-¡Ay! ¡Y encima esto!- Una minúscula hormiga roja ha conseguido mellar uno de sus bordes.

En su camino al hormiguero la hormiga encuentra a otra hormiga y le da cuenta exacta de la ubicación de tan nutritivo trofeo.
Queso se da cuenta de que se lo van a comer como no se mueva, pero está tan cansado que apenas se traslada unos centímetros.
Cuando vuelve a notar los pequeños aguijonazos del ácido se vuelve a mover. Cada vez se siente más miserable y falto de energía. -¡No me hicieron para esto. Dejadme en paz!
Ni que decir tiene que las hormigas van a su avío y les importan poco las quejas.  ¡Qué más da que se queje si pueden coger un poco de aquel manjar tan sabroso!
Abril entre tanto se ha quedado dormida, tan llena le ha dejado su almuerzo.

Va pasando el rato y Queso  va reduciendo su tamaño. No ha perdido su esencia, sigue siendo lo que es, claro, pero sí que se ve un poco más pequeño. Como no haga algo acabará convertido en aquello que más teme: un montón de gránulos verdes en el interior de algún pasillo subterráneo.
-¡Muévete, pelea!- algo grita en su interior-¿Hacia dónde?, no quiero perder de vista a mi ratón, quiero que me coma él, sé que acabará viéndome.

El tiempo pasa lentamente, y de alguna manera se va acostumbrando a las pequeñas mordeduras.
-Tampoco son para tanto...- se dice para animarse.

A cada movimiento de Abril él se mueve otro tanto. Con cada movimiento un rato de alivio hasta que sus pequeñas admiradoras vuelven a encontrarlo.
No quiere moverse deprisa no vaya a ser que Abril se aleje demasiado. No ha visto más ratones por allí, debe estar tan perdida como él, pero teme acercarse demasiado por si, asustada, se aleja definitivamente.

Por suerte para Queso hace frío, tardará mucho más en descomponerse, pero empieza a preocuparle que se degrade su sabor.
Aprovechando que la rata está dormida se acerca sigilosamente.
Abril debe estar soñando, mueve su hociquillo rosa y hasta se lo frota.
-¡Huéleme!-suplica Queso
Cuando está casi debajo aparece un siniestro escarabajo que asusta a nuestro ratón.
Allá va Queso enganchado de su cola, pero no consigue mantenerse así todo el trayecto. Una curva le despide y se queda mucho más lejos que antes.
Monta una palanca con un par de cubiertos y chifla y tiembla para atraer al escarabajo. Las moscas llegan antes, pero no pierde su objetivo de vista y, cuando el escarabajo salta sobre la cuchara para atraparlo, Queso realiza un doble salto mortal. No se puede decir que haya tenido mucha suerte, pierde un trozo en la caída de su acrobacia, pero se consuela a sí mismo pensando que así es más liviano y se moverá con más agilidad.
Corre tras ratón que está explorando otra zona de la cocina. Se mete en uno de los armarios bajos pero no hay nada que comer.
Queso va detrás. -¡Ya no puedo más! - Se detiene. Otra vez le atacan moscas y hormigas que desoyen sus lamentos y, sólo cuando está a punto de rendirse, se imagina fundiéndose con un ser que sepa apreciarlo. Hace un último intento...



Se acuerda del cuento de Roque, el pequeño personaje azul de Roquefort-sur-Soulzon, que se hizo famoso cuando creía que se estaba descomponiendo.
-¡Bueno, así con esta pinta que estoy cogiendo me parezco un poco a Roque!.- Y luego dirigiéndose a Abril le dijo:
-¡Ratita, ratita, tú que estás tan rebonita!, ¿no quieres comer conmigo?

Para su sorpresa Abril le mira, entrecierra los ojos, luego los abre desmesuradamente y huye despavorida. Ha llegado una enorme rata gris con cara de pocos amigos. 

La rata ha debido ya de probar el queso porque se le está haciendo la boca agua.
-¡Me niego!- deseó con todas sus fuerzas volverse invisible y... ¡le salió un agujero!.
-¡Caramba!¡Esto no me lo esperaba!- y tirándose de cabeza, se metió debajo de una cuchara que había a su lado.
Estuvo allí temblando de miedo hasta que la rata se fue a buscar presas más fáciles. 

Aquel acontecimiento le había supuesto una conmoción. ¿No estaba él buscando a alguien que supiera apreciar todo su aroma, saborear todos sus matices?¿Cómo es que no se ha dejado comer por esa rata?
-¿Seré tonto? ¡Parecía que tenía ganas de desayunarme!¡Oh, Señor! ¡Me siento vacío, como perdido!- Y nada más pronunciar esas palabras ¡otro agujero!

Ahora se sujeta la boca con las dos manos. Le tiemblan un poco las rodillas. Piensa deprisa: 
-¿Cuándo ha ocurrido? he dicho invisible, luego vacío...será que soy yo quien me hago desaparecer?- ¡Plof!, otro agujero.
-¡Ay!, ¡Que me deshago!- ¡Plof!,y otro más.- Cosas grandes, necesito pensar en cosas grandes: un humano, una mesa, ...- Cierra los ojos para concentrarse mejor pero por más que lo intenta está muerto de miedo. ¡Plof, plof! dos agujeros más. Abre los ojos desconcertado. Y casi se se muere del susto. Un hocico rosa le está oliendo. Él mismo se está oliendo.
- ¿Por qué huelo así? Me debo estar...- blip, blip, blip estos son más pequeños, pero no paran de salir.
-¿Es que no me vas a probar?¿No ves que voy a desaparecer?
- Hueles...a la leche cortada en la cara de un bebé, a leche caliente, a sandalia de niño
- Sí, sí, todo eso es muy bonito, pero ¿no te gustaría saborearme?
Plof, blip, blip, glop
- Eres como música
- Vaya por Dios, me ha salido poeta. ¡Cómeme un poquito!- le suplica.
Y como ya no se le ocurre nada más, le coge la cola y se la acerca. Luego una patita.
- Espero que sea una rata limpia y se la limpie con la lengua ¿o eso eran los gatos?- 

Se acerca una mano a donde estaba la boca, y ahora hay un agujero y dice ¡mmmmmmmm! poniendo cara de placer
Abril hace lo mismo con la suya
-¡Esta rata es tonta! ¿Por qué me habré yo empeñado en que sea ésta la que me coma?-pero viendo que ya no se asusta da un paso más. Hasta queso se sorprende de su propia audacia metiéndose él mismo en la boca de Abril. Ahora sí.
-Delicioso, supremo, inigualable...No quiero que te gastes.- 
Lo cogió en la boca y lo encerró en su ratonera.

Dicen que Abril se pone agresiva cuando ve que alguien se acerca atraído por el olor de su queso o cuando Queso quiere salir de la ratonera.
Dicen que Queso se descompone de ver a su ratita perdiendo los papeles cuando alguien alcanza a saborear alguna de sus migajas. Que la quiere convencer de que la angustia que le causa vigilar todo el día la ratonera no merece la pena, para que se tome las cosas de otra manera.
¡Y allí debe estar todavía intentando que lo comprenda si no se ha convertido todo él en agujero!






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