De Vivaldi y alguna otra locura

(Para Camilo, que inspiró, (casi escribió al dictado) esta historia)

Era pintor y músico. O músico y pintor, no sé. 

Estuvo en la Patagonia un invierno cualquiera del Sur. Oyó música en el aire, en el aleteo de los pingüinos, en el crujir del avance del hielo de los glaciares, en el inmenso territorio casi desierto por el que vagó, comió y bebió, y la pintó en un pentagrama con grandes manchas de humedad y pigmentos de acuarela.

Luego cogió el instrumento de la época de Vivaldi (como a él mismo le gustaba decir y hasta llamarse, por ser ese su nombre de pila) y se puso a interpretarla y vió que era buena. La acuarela también, a pesar de alguna pequeña coliflor y una minúscula dureza en la cresta de una ola.

La tituló "Invierno", por ser aquella la época del año. (Más tarde, dado el éxito, compuso otras tres estaciones, inspiradas en otras tantas idem del año).

Volvió a su patria y se dirigió a su discográfica. Los discos de aquel siglo de oro eran bien grandes, de calcita esculpida a mano, y, para la rusticidad del método empleado, con una sonoridad más que decente. 

La mayor discusión fue el título de la pieza, porque el productor, terraplanista redomado, no podía concebir la simultaneidad de distintas estaciones en nuestro planeta. Nuestro Vivaldi, con más prisa por cobrar que por hacer demostraciones geográficas, aceptó cambiar el nombre por el de verano.

Ese trueque, sin embargo , no fue inocente y conllevó el trastoque de su propia visión del mundo.

Lo primero que ocurrió es que todos los horizontes de sus acuarelas empezaron a abarquillarse. No es baladí el asunto. La perspectiva de ojo de pez lo demuestra: cualquier línea recta tiende a subir por los extremos, y eso, precisamente, fue lo que ocurrió en todas sus pinturas.

También tuvo su repercusión en la música compuesta. El efecto ojo de pez hizo que sus pentagramas aparecieran en Norte América y cayeran en manos de un trompetista que lo único que tenía de terraplanista era su apellido "Brazo-fuerte" (Armstrong), con el que sujetaba pizzas y bandejas de bar,  entre copla y copla de jazz. 

Summertime se hizo así conocida e interpretada en verano, invierno, primavera y otoño. Las notas gélidas del frío austral fueron tomando una cadencia cálida y sensual más propias de un saxo, y nadie, desde entonces, quiso recordar su verdadero origen.


Comentarios

  1. Un relato interesante, y bien construido!
    Se agradece en este secarral de final de Agosto algo natural y fresco que compartir.
    Abrazos Loles.

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    1. Gracias Ernesto! Camilo (mi profe de acuarela )es tan ocurrente que me dio pena no dejarlo por escrito.
      Un abrazo!

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