Puertas entreabiertas

 - ¡Nada! ¡Pero nada, de nada!

Se quedó con la boca abierta. Parecía que iba a encontrar algo sorprendente y la sorpresa fue mayúscula. 

Se acababa de colar

-¡Por Dios habla con propiedad que eres el narrador!

Se acaba de introducir por ¿el oído externo?/¿la oreja? / ¿el pabellón auditivo?

- Eso suena mejor.

Se acababa de colar por el pabellón auditivo. Encontró el pequeño orificio que comunica el oído medio con las fosas nasales. ¡Qué oscuro estaba todo!

Sacó la mano intentando orientarse por el tacto. ¡Nada!

Avanzó despacio temiendo tropezar mientras sus ojos se adecuaban a la escasez de luz. Sus ojos, como llamas fluorescentes, taladrando la oscuridad. ¡Nada! 

La consistencia dura de hueso le hizo notar el borde del precipicio

-¿En el interior de un cráneo? ¿No estás exagerando?

- La altura personal es un grado a tener en cuenta si hablamos de precipicios. Te en cuenta que para colarse por un oído hay que ser muy pequeño, y más aún si ese alguien cabe por el conducto que conecta las fosas nasales con el oído

- La trompa de Eustaquio

- Pues eso, que para caber por ahí hay que ser muy, muy pequeño. Un centímetro puede ser diez veces tu altura. Creo que puede ser pertinente la palabra precipicio. Sigo con la historia:

La consistencia dura de hueso le hizo notar el borde del precipicio. Pero ¡qué olor tan insoportable! Le recordó a Ángel, ese niño de su clase que tenía la Trompa de Eustaquio tan abierta que cuando se resfriaba expulsaba mocos pestilentes por la oreja. 

-¡Puaj!- dijo arrugando la cara con gesto de asco.

Intentó bloquear la entrada de aire por la nariz. Desistió al comprobar que el olor era tan penetrante que respirar por la boca no aliviaba en absoluto las sensaciones. Se quitó la camiseta, la hizo una bola y  se la puso a modo de mascarilla. Total, se veía poco más que unas paredes rojizas envueltas en una humedad caliente. 

Se agachó para ver si podía descolgarse por el filo. Pero inevitablemente se le empañaron las gafas. Dio media vuelta hasta que salió de ese túnel maloliente y avanzó en otra dirección. Estaba convencida de que si encontraba materia gris, o blanca, o algún tipo de red neuronal, vería chispas de luz, o incluso (¡qué ingenua!) el sonido de las palabras que pensaba decir, o las imágenes de los recuerdos que almacenaba su memoria.

- ¡Verás cuando se enteren! ¡Pero si es que no hay nada! Ni circunvoluciones, ni sonidos, ni palabras, ni fuegos artificiales (¡qué decepción!), ni ná de ná.

Salió a gatas. Se acostó a su lado esperando que pasara el efecto de la pócima. Al despertarse encontró las sábanas revueltas y el hueco caliente de su acompañante. Lo oyó hablando por teléfono. 

- Debe haber ido a darse un paseo. No la veo por aquí.

Desde aquel día, ante la imposibilidad de abrazar a sus hijos o el riesgo de ahogarse en un tinto de verano,  se dedicó a una de sus pasiones favoritas: colarse tras las puertas entreabiertas, esas que parecen decir: "pasa". Descubrir la penumbra o la luz que se reserva a los íntimos, pasearse por paisajes personales construidos con el paso del tiempo  llenos de gestos y  palabras. Contárselo al oído mientras duerme. Espera amueblar un rinconcito con la respuesta a sus mil preguntas, poder habitar en esa nada.

Comentarios

  1. ¡¡A ver a ver!!...

    A estas horas de la mañana, con el té en la mano, vas de visita a casa de una amiga y...

    -¡Puaj!- dijo arrugando la cara con gesto de asco.

    He dejado de leer el resto... Solo al final del texto me he permitido una superficial mirada...

    No sé si el consabido "Abrazos" darlo con mayor o menos efusividad... No sé si la mañana está para estas efusividades.

    Mañana tal vez!

    Chao Loles. :)))))))

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  2. Un poco de todo, ¿no?, esta historia. Un diálogo entre el narrador y, supongo, el lector, más las andanzas de una aventurera minúscula que pasa de la espeleología, medio asquerosa, por laberintos que le conducen a la casi nada, a terminar en su yo más íntimo del último párrafo, tan en tu línea (lo que más saborea uno del relato). Curioso, que en las puertas entreabiertas de los demás, encuentre la diminuta un hogar confortable.

    Bueno, Loles; no sé por qué me dio por hacerte un comentario de texto, como en el colegio. Habrá sido mi particular manera de poder asimilar tu relato, y, de paso, enviarte un saludo. Un abrazo pues.

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    1. Siempre me sorprende (gratamente) la de palabras que sabéis poner los que hacéis comentarios de texto. A mí se me daba mejor sintetizar🙄
      Un abrazo Miguel

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