Chupaluz

No es ningún aparato. Es un personaje que se alimenta de luz. Sale a pasear por la mañana, cuando las sombras son largas y la luz blanquecina. 

Da un chupetón a la luz helada que escurre por  la fachada del Gran Teatro, merengue de fresa con miradores en arco. La saborea, se corta con las esquinas de los rayos que rebotan en los cristales. Pero son cortes pequeños, como los que deja un papel en un dedo cuando pasas la hoja muy deprisa, y los  chupa sin darle importancia 

Sigue caminando y se queda enganchado en los árboles recortados a tijera de jardinero escultor. Una paloma blanca en el tejadillo del patio trasero de San Hipólito le pasa un mensaje en morse: Punto-raya-raya,  punto-punto...

Pero no  entiende. Sólo que la paloma juega  a pleno sol, estira las alas, deja ver el envés de sus plumas un poco a medias para que el blanco se haga casi morado, gris azulado, un poco rosa. Chupaluz recoge algún que otro reflejo. Se lo relame, tan rico está con tanto tono. Prueba también la sombra oscura de las espirales, caracoles de piedra junto a la puerta. Les falta aliño.

Y su paseo, ahora sin pies,  va recorriendo hasta donde alcanza la vista.  Sus ojos  vagan entre las copas de los naranjos. Hay más palomas que lo engatusan con sus destellos que pesca al vuelo. 

Chupaluz se pone en marcha por la avenida que es peatonal. "Quien pisa raya pisa medalla" raya de luz. Los falsos plátanos le hacen la contra. 

Llega a la torre octogonal con barandilla, brilla que brilla, con los carrillos ahora tan llenos que hasta los ojos rebosan luz. ¡Es tan tragón...! Los rayos tañen allá en lo alto ondas concéntricas. Llegan surcando el aire, multicolores, plurilingüistas. "¡Ho,ho,ho, holaaaaaa!", vibra  su empuje sobre la piel.

Ahora en las tejas de San Nicolás va y se detiene. Salta las olas de tanta onda. Si vienen blancas, llenas de espuma sol amarillo, abre la boca. Suelta carcajadas de las cosquillas que le producen.

Y va el sol alto por su escalera sube que sube. Chupaluz mira su reloj. Es tarde. De vuelta a casa mira fachadas ahora en sombra.

- Luego nos vemos, en la merienda.- La boca se le hace agua y un poco luz, porque al decirlo se le ilumina la cara.


                                           (Para Juanan, que me contó esta historia. He perdido algún fragmento. Chupaluz no dejó ni rastro, tanta hambre tenía, y yo no he sabido encontrarlo en mi memoria.)

Comentarios

  1. Un relato muy luminoso y poético, Loles. Lo leí mientras tomaba el sol sentado en un banco del parque, así que iba a juego con mi entorno (o mi entorno a juego con lo que iba leyendo). Me gustó ese paseo desde las fachadas, pasando por las avenidas hasta los ondulantes tejados. Un abrazo.

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