El coleccionista

Has de saber que se puede coleccionar toda clase de objetos. Y que no todos los objetos son tangibles. Pero eso...  ya lo sabes.

Empezó a la edad de once años, esa edad en la que para ser mayor creía que necesitaba hacer acopio de cosas valiosas. Porque los mayores, si en algo se diferenciaban de los pequeños, no era en la calidad de sus percepciones o en la calidad de sus relaciones, sino en la cantidad de objetos de los que disponían y en el dominio que sobre ellos manifestaban.
- Empezaré por lo más fácil.- se dijo
Y como le gustaba ver la colección de sellos de su padre pero no tenía dinero, aprendió a secar hojas e hizo con ellas un gran álbum. Así empezó su amor por la botánica. Fue más tarde objeto de un estudio peculiar, porque su clasificación poco o nada tenía que ver con los nombres en latín o las clasificaciones en mono y dicotiledóneas, o cualquier especie o subespecie. Le gustaba ordenarlas teniendo en cuenta  tamaño, color, aspecto del borde...
Luego la amplió a los tipos de tallo o corteza, en las siemprevivas o las de vida fugaz. Pero fue perdiendo interés por ellas cuando comprobó que era prácticamente imposible conservar los rojos vívidos de las hojas en otoño, o el dorado de ciertas hojas antes de cobrar un mortecino y definitivo  marrón.

Sus tíos eran gente de mundo y pronto se dio cuenta de que ese mundo era grande porque eran numerosas las referencias a diferentes familias.
En cuanto estuvo a su alcance empezó a interesarse por las bodas de los hermanos y hermanas de sus compañeros de colegio. Especialmente de esos con apellidos sonoros o con título nobiliario.
Más tarde se interesó también por las familias de los allegados a su novia, a los amigos de sus hijos o a sus vecinos de mayor categoría social. Con el tiempo se volvió una especie de catálogo ambulante de los ecos de sociedad. Lo hacía tan bien que parecía que tenía una relación de amistad con ellos o que mantenía un contacto habitual con las susodichas familias. Pero es que una vez entraban en la colección, nada le gustaba tanto como repasar los datos. Algo así como el que pasa las páginas de un álbum de sellos embobándose con el colorido o con el detalle de los dibujos en un espacio tan reducido.

Su amor por el coleccionismo se extendió, cómo no, a camas, lámparas, cuadros, cubiertos y todo tipo de enseres domésticos que almacenaba en una nave que su suegro le regaló el día de su boda. Coleccionó todas las enciclopedias que ofreció el periódico, las vajillas, los belenes, los relojes, hasta unos tarros minúsculos de cocina en los que no cabía ni un paquete de arroz
-Pero es que, chico, ¡cada día son más pequeñas las viviendas! ¡Cómo van a hacerlos mayores!- Y a la nave que iban después de haber pasado un periodo de disfrute en el pollo de la cocina.

Si alguno de sus hijos o parientes cercanos cambiaba parte del mobiliaro, acababan en algún rincón de la nave,
- Porque tal vez nos venga bien cuando tengamos nietos
Y así con todo.

Al final de sus días tenía tanto trabajo manteniendo la nave en perfecto estado de revista, que se mudó allí con un equipo de limpieza que le asistía en la tarea cuatro días a la semana.
Murió feliz, con la conciencia tranquila de tener de todo y para todos, que ninguno pudiera sentirse en desventaja. Ni siquiera apenó su corazón  no poder dejar en la memoria de los otros, aquellos de su álbum  de familias conocidas, la huella que ellos le dejaron...porque  eso estaba seguro de haberlo producido. 

Comentarios

  1. Ese síndrome de almacenamiento masivo, nunca lo entendí. Prefiero coleccionar sentimientos o sensaciones a cosas materiales.
    Besos bonita.

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  2. A mí también me cuesta entenderlo. No le pillo la chispa, el disfrute, pero ahí está dando satisfacción al que lo tiene.
    Un abrazo Laura

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  3. Guardo las cosas mas inverosimiles, las que no sirven para nada pero a mi me valen. Un abrazuco

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    1. Puede que esas cosas te lleven a otras...No sé, es la impresión que me da a veces cuando lo observo en otros. Un abrazo Ester

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  4. Empezó llamándose Juan y acabó conocido por "Diógenes!... Toda una vida dedicada a la metamorfosis.

    Igual que Laura, libre como los pájaros.

    Abrazos Loles.

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  5. Qué mania tienen algunos de guardar todo. Es algo que no soporto. Ni tampoco entiendo. Una cosa es que colecciones algo o guardes algún recuerdo. Pero ya. Porque hay casas parecen trasteros guardando toda clase de objetos inservibles incluso rotos.

    Prefiero andar por casa sin trastos, con amplitud. De lo contrario.me hace sentirme agobiada con tantas cosas.

    Me ha gustado mucho tu relato.

    Besos.

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    1. Gracias María. A mí también me gustan los espacios sin recacargar, pero... ¡Hay gente "pa tó"
      Un abrazo

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  6. Alguien me comentó de un señor que almacenaba bombillas fundidas, por si llegaba a descubrirse la forma de arreglarlas.
    Un abrazo.

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  7. Tiene algo de enfermizo lo de ser coleccionista. Un día te mueres, y tus colecciones aparecen disgregadas, o en un contenedor de basura que medio rescatan los rebuscadores callejeros, o suponen una pesada carga sentimental para tus herederos. Yo hace años que decidí no comenzar nuevas colecciones. Porque, lo reconozco, soy incapaz de desprenderme de mis particulares tesoros.

    Un abrazo, Loles.

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