El gorrilla de mi calle

Un vagabundo ronca en la calle bajo mi ventana. Ayer, mientras intentaba coger el sueño, fueron a verlo.
-¿Estás bien?
Estaba como una cuba y no se le entendía casi nada de lo que decía
- ¿Quieres algo?- Insistía el que le hablaba
- ¡Éhame en páh!
- ¿Pero estás bien?
Sonaba de buena fe, pero era claramente inoportuno y debió darse cuenta. Ahora la voz del visitante sonaba como si estuviera hablando por teléfono:
- Está borracho pero no quiere ayuda, le dejo dormir.
Y su voz se fue apagando calle arriba.

Ese mismo vagabundo, otra noche de verano hace un par de años,  tuvo un invitado.
Eran casi las tres de la mañana y venían juntos discutiendo hasta el portalón tapiado donde duerme.
No podría decir si estaba sobrio porque siempre le oído una voz aguardientosa, como de permanente embriaguez. Llevamos ya varios años siendo vecinos (aunque sea de forma intermitente) y me resulta difícil concebir una cogorza tan larga.  Iban hablando en voz alta pero en el silencio de la noche parecían voces.
- Los rumanos son unos guarros, hijos de perra, que nos quitan el trabajo- decía el invitado
- ¡Pero qué dices!
- Se llevan el dinero de los aparcamientos que es de los españoles, con todas sus mujeres que son unas putas.
- Calla, calla- le decía mi vecino
- Me cagoen ... y los moros son iguales- y se le iba poniendo un tono de ira que le hacía dar trompicones
- ¿Pero cuántos conoces tú? ¡Si son trabajadores como nosotros!
- ¡Que no hacen más que chupar del bote! Vienen para robarnos y a ponerles velo a nuestras mujeres
-¿De dónde has sacado esa forma de pensar?¿Tú es que te crees todo lo que dice la gente, todo lo que dice la radio? ¡Vete a la biblioteca!, ¡lee!, ¡estudia a los sabios!, luego compruebas a ver quien lleva razón ¡que todos no son iguales!- y todo dicho con la misma voz de alcohol que le caracteriza.

Me dio pena no haber grabado la conversación de mi vecino con su invitado,  me divirtieron con sus divagaciones y él me asombró gratamente.





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