Tarde de otoño

He encendido la chimenea, me he desparramado en un sillón y he visto consumirse la leña poco a poco. Nada más. Nada menos.
Meditación involuntaria. Nada en mi mente. Sólo el baile de rojos, amarillos, naranjas, el crepitar de la leña ardiendo y el olor a humo y madera quemada.
Me absorben la luz y el calor que desprende el fuego. Se me han puesto rojas las mejillas y sólo me he movido para atizar los troncos, reagruparlos y ver las llamas danzar con fuerza renovada.
Tenía un libro, pero ni lo he abierto. Sólo me ha interesado avivar la hoguera. El fuego y yo.
Hasta mañana


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