Mila

Érase que se era una niña muy pequeña. Tanto, que podían guardarla en el bolsillo del abrigo al llegar el invierno y sólo quedaban al aire su pequeña naricilla, sus ojos castaños...Y un poco la punta de sus dedos agarrándose del filo para no caer.
Pero en verano y, en general cuando hacía buen tiempo, prefería viajar sentada en el hombro de su padre, que era un hombre grande, ancho como el mar y muy bueno.

Su madre siempre estaba trabajando, así que Mila se sentaba en el respaldo del sillón en el que su padre veía el telediario, y de ahí saltaba al hombro en cuanto salía el hombre del tiempo.

-¿Qué significa la B?
- Que va a hacer mal tiempo.
-¿Y esas rayas qué son?
-Si están muy juntas  es porque va a hacer mucho viento. ¿Las ves rodeando la borrasca?
- ¿La B es de borrasca? ¿La A de qué?
- De A la calle, que no llueve.
-Y hoy ¿dónde iremos?
- Hoy vamos a salvar a un borrego. Su madre está enferma, se ha quedado sin leche y hay que darle un biberón.
-¿Y no lo podemos traer a casa? ¡Yo puedo encargarme!
- Tú eres más chica que un huevo y no puedes con tanto peso
- Tú déjame probar. Espera. Tienes un cordón desatado. - Se deslizaba por su camisa, esperaba a que estirara la pierna que se convertía así en tobogán y le ataba los zapatos en un periquete. Luego buscaba a su madre, le daba un beso rápido y se subía en el mueblecillo donde dejaban las llaves del coche. En cuanto su padre las recogía ella trepaba por su manga y se acomodaba muy cerca del cuello.

El borrego llegó a casa y Loli, la señora que ayudaba a su madre, le preparó un biberón con un botellín de cerveza. La tetina era una vieja de su hermano a la que le hicieron un agujero muy grande con un clavo candente.
- Pesa mucho.
- Se lo podemos dar entre las dos.
-¿Sí? ¡Vale!
Es que Mila era igual de alta que el botellín y cuando estaba lleno pesaba más que ella. Pero cuando quedaba muy poco Loli se lo dejó un momento.
- ¡Qué fuerte chupa! ¡Ayúdame!

El borrego se quedó tres días y después desapareció, le encontraron una madre sustituta.

Un día de invierno se fueron a andar por las montañas. Llevaron una cesta con comida porque el sitio al que iban estaba muy lejos. Llegaron con el coche hasta un río. Luego buscaron entre la maleza una tubería muy grande que lo cruzaba.
-Ahora Mila, tenemos que pasar por aquí. Quiero que te agarres fuerte.

A Mila le daba un poco de vértigo, pero ¡iba con su padre!
Iban diciendo los nombres de las plantas y de los árboles. El camino se hizo cada vez más estrecho. El bosque cada vez más cerrado. Pronto dejó de verse el cielo abierto.
-¿Falta mucho?
- ¿Cuánto es mucho?
- Lo que tarda en llegar la hora del recreo.
- No, entonces no falta mucho.

Detrás de una pendiente apareció una pradera llena de ovejas y borreguillos. Al fondo una casa con la chimenea encendida, y entre los dos un perro y un hombre silbando.
-Allí está Frasco. Cuando hable con él nos sentamos a comer.

De la caja sacaron tortilla y filetes empanados.
- ¿Cuándo voy a crecer, papá? - preguntó Mila de repente.
- Tal vez cuando sepas volver sola a casa o cuando sepas pedir la ayuda que necesites
- ¿Y en eso se tarda mucho?.
- Me temo que mucho más rato de lo que tarda en llegar el recreo, pero mientras llega el momento podemos venir a ver las ovejas de Frasco y saludar a tu cordero.
- ¿Está aquí?
- Es aquel que está mamando- le dijo Frasco

Mila abrió mucho los ojos.
- ¡Voy a verlo!
- Tenemos cosas que hacer. No te vayas lejos.

Pero Mila tenía unas ganas enormes de ser mayor. Cogió de la barja dos galletas que guardó en la mochila, le dijo adiós a las ovejas y se fue en dirección al bosque. Detrás suya iba el cordero.

El sol estaba aun alto y recordaba el camino. Cuando se adentró en la maleza todo estaba callado y, como hasta los arbustos eran más altos que ella, empezó a no estar tan segura de la vuelta. Trepó a un arbolillo por ver si veía el camino. Se entretuvo mirando los polluelos de un nido. Abrían mucho sus picos y no paraban de piar. Cuando mamá pájaro llegó ya se habían comido sus galletas.
Mila bajó de nuevo y buscó a su cordero. Saltó desde una roca al cuello de mamá oveja y se agarró fuertemente a la lana.
-Llévame a casa- le pidió.
Cuando vió el humo de la chimenea estaba empezando a oscurecer.

Volvieron muchas veces a ver a su cordero. Cada vez que encontraba el camino de vuelta llegaba un poco mayor. No es que sea muy alta, pero sobrepasa las jaras del camino y se orienta bien campo a través. Nada la hace tan feliz como ir con sus amigos por el bosque.

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