Donde nace el arcoíris.

Amenaza lluvia. Hace frío por fin. Me envuelvo en calcetines, pantalones y jersey. Añado un pañuelo, que todavía me escuece la garganta. Un impermeable por si acaso se adelanta el agua.
Vamos con Mica. No me cansa hacer el paseo consabido. Es  algo sorprendente pasear cerca de la mezquita. Cambia la luz y aparece como algo nuevo. No deja de atraerme.
En el parque que hay junto al río la hierba está encharcada por los últimos chaparrones. La tierra no puede tragar más agua. En el embarcadero Mica se mete en el fango y me salpica al intentar salir rápido cuando nota que se hunde. Ha sido una pequeña gota. Me ha caído en la cara y perfecto me llega el olor a pez y a río. Cuando intento quitarla me lleno la mano de una ceniza arcillosa que me cuesta sacudir. Me lavo las manos en un charco de agua limpia. Como cuando era pequeña después de rescatar la pelota del barro.
Cuando llegamos al puente oímos a  unos turistas diciendo:
-No hace falta ir a Suecia para ver la aurora boreal.
Nunca he visto sus colores ni su luz  tan desorganizados ni tan hermosos. El arcoiris intentaba salir por detrás de la mezquita, pero parecía no decidirse. La pareja se abrazó como si estuviera saliendo para ellos. Yo no podía dejar de mirarlo. quería grabar los colores en mi memoria.  
La foto no es muy buena, pero tenía que intentarlo.

Comentarios

  1. Unos tenues colores se aprecian... Un relato natural.

    Abrazo Loles.

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  2. Sí, ¡qué pena que se veló un poco la foto! Un abrazo Ernesto.

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