La ley de la botella

Jugábamos en la calle. Estaba sin asfaltar pero tenía sombra abundante. Mi padre había puesto plataneros de sombra porque aquella zona carecía de árboles frondosos y  entonces se podían hacer esas cosas. Hoy es la calle más bonita de Córdoba. No es pasión de hija.

Allí, los quince o veinte chiquillos que nos juntábamos a diario durante las vacaciones jugábamos a matar, a pie quieto, a mosca, al pincho, a soltarnos de manos o hacer caballitos con las bicicletas, a las guerras y al fútbol. Los muy pequeños eran cascarón de huevo. Pero una vez superada la edad en la que podías correr y esconderte sólo, las reglas eran las reglas.
Una de ellas era la Ley de la botella: Quien la tira va a por ella, que todos coreábamos en cuanto la pelota se perdía calle abajo por una torpeza en un pase o por un pepinazo al chutar. Se la pienso enseñar a mis niños del cole. Ya se han aprendido lo de que "lo que toque, tocó" que evita muchos conflictos innecesarios cuando repartimos materiales de distinto color. Son ellos los que negocian después, si quieren cambios. Ojalá se me ocurran muchas de esas este curso.

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