El farolero

Era farolero de su astro. Mandaba luz de su sol a esos puntos brillantes que se ven por la noche en el cielo, sus farolas. También están las estrellas. Pero esas, en realidad, son otros soles. De lo que estamos hablando son de esos puntos diminutos que sólo se ven cuando subes a la sierra y dejas atrás el resplandor de la ciudad. Esos que a veces parecen trasladarse a gran velocidad. 
Tampoco son los cometas. Esos, cuando se ven, da tiempo de señalar, de decir, allí, allí, que todos sigan la dirección de tu dedo y se queden con la boca abierta un buen rato. Me refiero a esos puntos diminutos que de repente parecen escaparse a otro lugar. Que sólo tienes suerte de ver si da la casualidad de que estás mirando el cuadrante norte, pongamos por caso.
Eso que ves tan fugaz y tan pequeño no es sino nuestro farolero yéndose de vacaciones. Lo sé porque estuve allí antes de nacer. 
- No vayas a la Tierra- me dijo.- ¿Qué vas a hacer allí que sea más divertido que esto?- Además, ya sabes que este trabajo tiene sus riesgos. Has venido conmigo a más de una zona del universo. Sabes que por el camino puedes perder cosas. Se viaja a demasiada velocidad.
-¿Cosas? ¿Qué clase de cosas?
-Hay quien pierde la capacidad para retener el pelo en la cabeza.
-Los calvos 
-Exacto. Alguno puede perder alguna cosa sin importancia: un dedo del pie, el color del cabello, la facilidad para las matemáticas...
-¿Eso no es importante?
-No mucho.  Se puede ser bastante feliz sin nada de eso.
-¿Eso es todo?
-No, me temo que por desgracia se pueden perder cosas peores. Algunos pierden el norte. Pasan la vida a la deriva. 
-¿No saben llegar a los sitios?
- Algo así.
- ¿Y  yo? ¿Perderé yo algo importante?
- Sólo hay una manera de averiguarlo. Si te vas puede que pierdas la memoria de mi existencia.
- Me da pena sólo de pensarlo.
- Realmente si ocurriera no sentirías pena ninguna, pero si me recuerdas... Acuérdate de buscarme si te encuentras en apuros. También para contarme lo que te emocione.
Se fue corriendo porque tenía que mantener el sol encendido.
Creo que ya sé lo que perdí cuando vine. Cuando quiero hablar con él me subo a la sierra y espero a que pase corriendo para encender otra farola. Me deja oír su luz y entonces sé que todo está bien. Que realmente no he perdido nada tan importante, que también se puede vivir sin eso.

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