Siempre en encrucijada

Siempre, siempreeeee no. Pero sí casi a diario.
Unas veces son leves, como un salto a pata coja: comer carne o pescado, chocolate o manzana, con o sin...Un cuento o algo más personal.
Otras son un poco más grandes:  Seguir con el trabajo o leer una historia. Pelear con el sueño o dejar que te seduzca. Ir andando al trabajo o coger el coche apurando hasta el último minuto en esas musarañas. Publicar una entrada o dejarla en borrador.
Y luego está la gorda, la que te pone en jaque, la que consume todas tus energías:
Te tiras al ruedo de cabeza o te pierdes en la queja.
Dices aquello que no quiere oír o te callas y que entienda lo que pueda.
Sueltas, abandonas de un puñetera vez eso que dices que te duele o aceptas que eso es lo que has buscado siempre, siempre, y le sacas su lado más brillante.

Y mientras lo decides el tiempo pasa.
No sé. Tal vez te falte perspectiva ...o un buen empujón.

Cuando acabó de escribir esas palabras tiró el ordenador por la ventana. Se lo había advertido. Él se rió descarado.
-¡Como si fuera yo el que escribiera!
Pero le hizo todas las trampas que pudo. Usó el corrector para cambiar palabras, alargó vocales, cambió puntos y comas. El teclado se hundía, cerraba los ojos para no ver lo que las tripas enredaban. Cuando el dueño abrió el post y leyó el resultado. No lo dudó.
Fue casi un milagro que el mismo ordenador diera a actualizar en pleno vuelo con una carcajada.

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